sábado, 26 de mayo de 2012

MUSULMANES ENTRE EL HENARES Y EL TAJUÑA (I) Una memoria de agua


 Si algo caracteriza a la cultura andalusí, más incluso que sus palacios o mezquitas, es la cultura del agua, sus usos agrícolas y pero también espirituales, como ya analizamos en el caso de la Alhambra.

En todo el territorio entre el Henares y el Tajuña queda una profunda memoria de esta cultura que suele pasar desapercibida, y sería bueno que se fuera poniendo en valor, pues aunque la mayoría de las obras son modernas, las técnicas (y los lugares que ocupan) son claramente andalusíes. Veamos alguna de ellas
Todo el territorio es, geológicamente, un gran banco de calizas secundarias sobre el que se colocan otros sedimentos posteriores como arcillas o yesos. Esta configuración hace que mucha de su agua provenga de acuíferos subterráneos que salen a la superficie en los lugares más bajos como surgencias (Fuente-lavadero Campo Real, Cacera mayor o fuentes de ermita de la Virgen de la Oliva en Valdilecha, fuentes de Orusco, Valdemembrillo…)
En muchas de estas zonas el agua se encauza para usos agrícolas por medio de acequias y aljibes (utilizados también como lavaderos públicos), dando lugar a zonas de huertas en todas estas localidades.


Valdilecha. Lavadero




 Olmeda de las Fuentes. Lavavero-aljibe, origen de la red de acequias

Muy probablemente, parte de estos cauces no son por completo naturales y 
serían ayudados por minas o canats como ya se vieron en el caso de Mayrit islámico

En otras zonas como el valle del Tajuña o la vega de Valdilecha aún permanecen restos evidentes de azudes-acequias que ampliarían el riego. La práctica es sencilla. En el cauce del río se establece una pequeña presa (por medio de un muro oblícuo) que hace elevarse el nivel del agua.


Azud. Carabaña. Realizado para la antigua central eléctrica que alimentó la zona antes de la llegada de la electricidad por medio del tendido. La tecnología es la misma que se utilizaría para elevar acequias más altas y crear batanes y molinos para el papel.

Aprovechando éste se realiza una acequia con menor inclinación que el río que permite subir el agua a tierras más altas, ampliando así la superficie regada por medio de acequias que se comunican con el río por medio de ramales secundarios que pueden ser abiertos o cerrados a voluntad

 Vega del Jarama (Ambite). Marcado con dos finas líneas rojas el río (en la parte superior) y la acequia principal.

 Valle del Tajuña. Ambite. Acequia principal (la que aparecía en la parte baja de la foto anterior)

 Valle del Tajuña. Acequia secundaria que une la principal con el río y permite el control del riego

 Vega de Valdilecha. En el centro corre la Cacera madre. En la parte inferior una acequía moderna y en la superior una cavada en el propio terreno.


Quizás el ejemplo más visual de todas estas tecnologías lo podemos encontrar en Olmeda de las Fuentes en donde el río ha sido encauzado por medio de acequias desde sus fuentes para hacerlo pasar por un lavadero y terminar regando las huertas de sus lados. Estas acequias tienen descansaderos en donde el agua reposa, especialmente cuando tiene que cambiarse su dirección


Olmeda de las fuentes. Acequia con cambio de dirección por medio de un pequeño descansadero en donde el agua tiende a girar, oxigenándose.

Son también de origen árabe los molinos de agua para batanes(preparar la lana) o realización de papel. Éste último invento era de origen chino y fue extendido por todo el Islam. Una de sus formas más típicas era la utilización de trapos viejos que se dejaban en remojo y luego se batían (para ello se utilizaba la fuerza del agua). De esta forma estos trapos iban deshaciéndose, dejando una pasta de lino que luego se prensaba y se le añadía cola de almidón para darla consistencia

 
Salida del azud creado para el funcionamiento de una antigua fábrica de papel (más tarde convertida en molino harinero). Valle del Tajuña

 Vista posterior del edificio de la antigua fábrica de papel (siglo XVIII). Tajuña. Ambite

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