miércoles, 12 de junio de 2013

EL ÚLTIMO DALÍ



A su regreso a España en 1948 siguió, según él, la tradición espiritual de Zurbarán, Murillo, Valdés Leal y los grandes místicos de la literatura castellana. Es la época del misticismo nuclear en donde los préstamos de la historia del arte se hacen cada vez más evidentes (Vermeer, Rafael, Leonardo, Velázquez, el gran barroco decorativo italiano, Lorena, con un especial interés por la arquitectura clásica de Juan de Herrera, Palladio, el Panteón, las ruinas clásicas … ) y los temas, o repiten formas anteriores (Torero alucinógeno, Monstruo blando, con algunas novedades como la idea repetida de la ingravidez, Leda Atómica, trasunto interpretado de una forma pueril de la nueva ciencia atómica, Ramírez) o se internan en el tema religioso (Cristo de Port Lligat, Sagrada Cena, Tentaciones de San Antonio, Cristo hipercubus) complacientes con el régimen franquista 

Se preocupa también por los efectos visuales ya utilizados anteriormente (Gala de las Esferas y la doble imagen), las obras estereoscópicas, las anamorfosis barrocas y manieristas y los grandes efectos de perspectiva de sotto in sú que llegarán al paroxismo en sus decoraciones del Teatro Dalí de Figueras. 

En muchos de sus objetos y colecciones hay una ambigua relación con lo kisch tanto del pasado (rococó, modernismo, imaginería popular) como con la propia modernidad (muñeco Michelin) que conectaría con la posmodernidad de Koons.

Será también este momento el de creación de numerosos grabados, normalmente utilizados para ilustrar grandes obras: Don Quijote (1949), la Divina Comedia, Los cantos de Maldoror, de Lautreamont; así como la de su actividad como escritor, quizás una de sus facetas más interesantes tras la guerra (La vida secreta de Salvador Dalí, (1942), 50 secretos mágicos de Pintura (1948), Diario de un genio (1954)) en los que mezcla sus opciones estéticas y demuestra su gran conocimiento de los clásicos. En ellos reaparece su vida transfigurada y relacionada con su propia pintura realizando numerosos análisis críticos paranoicos de experiencias propias (o imaginadas como tales), aplicando a ellos toda la lógica freudiana

En todo este periodo se advierte una actitud aristocrática que utiliza la cultura (pintura y literatura) en citas con las que conversar con el espectador ilustrado
Esto le aproximan tanto a la posmodernidad (Arnaldo) como lo implican en una tradición elitista y autoreferencial manierista (Parcerisas), aunque muchos lo consideran una simple impostura del que ya ha pasado sus años más fértiles,  la repetición del mismo chiste que ya no hace gracia en palabras de Estrella de Diego.



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