miércoles, 30 de abril de 2014

LA PILA DE ALMANZOR


Si Medina Zahara es una ruina venerable que poco a poco va saliendo a la luz, Medina Zahira, el palacio gemelo que hizo Almanzor para su propio poder, es apenas un sueño.
Ni siquiera sabemos con certeza su emplazamiento; tal fue la destrucción que la fitna hizo del último resto del poder califal.

Uno de los escasos restos (junto a la pila de abluciones del Museo Arqueológico de Madrid) es esta pila que debió ser utilizada como fuente central de un pequeño patio.
En ella encontramos una clara iconografía del poder que recoge influencias clásicas, bizantinas e incluso persas.
En el centro del lado largo encontramos el árbol primordial (hom) de tradición mesopotámica y muy utilizado en las decoraciones califales (como los mármoles labrados del Salón Rico).

Simétricamente, el león que ataca una gacela y una cabra, se significa como el símbolo de su poder (el del gran caudillo militar que usurpa la realeza omeya a través de sus campañas militares).
En los laterales nos aparecerá el águila (al modo romano de poder).

Su técnica (a bisel, con un fondo plano del que emergen figuras sin volumen propio) habría que ponerlo en relación con el arte de la eboraria (como puede verse en el bote de Zamora)

La influencia de estos modelos será evidente en el mundo taifa, como podemos ver en la arqueta taifa toledana de la catedral de Plasencia



























martes, 29 de abril de 2014

BACO EBRIO. UN MIGUEL ÁNGEL TEMPRANO ... Y ALGO MÁS


Apenas tenía veinte años Miguel Ángel cuando esculpió esta figura exenta, de tamaño mayor del natural, para el cardenal Riario, un gran coleccionista de obra antigua, aunque no debió ser de su gusto, pues pronto fue vendido un banquero llamado Jacopo Galli para su jardín de antigüedades
La obra revela el conocimiento que tenía el artista de la escultura clásica, pues no en vano se había formado en el entorno de la academia de Lorenzo de Medici y sus colecciones de antigüedades.

En la obra hay una curiosa mezcla entre el cansancio y laxitud de Lisipo y las formas melancólicas y ambigüedad típica de Praxíteles que tan de moda estuvieron a finales del Quattrocento gracias a la obra de Botticelli
El propio tema era perfecto para esta época medicea, el lujo y voluptuosidad de su corte de grandes humanistas que amaban tanto la época antigua como la vida regalada (la copa  de vino, la exótica piel de leopardo, el travieso y quizás algo más sátiro que juega con un racimo de uvas...)

Pero la escultura tiene algo más... Se trataba de una falsificación.
No era la primera vez que Miguel Ángel lo hacía (es famoso su Cupido a través del cual conoció al cardenal Riario).
Con mecenas ansiosos de fragmentos antiguos, con todo el dinero para gastarse, el negocio era lucrativo (también, un siglo después, Bernini comenzó así).
La escultura estaba hecha para ser expuesta como copia romana y así se hizo en el jardín de su último dueño, que incluso llegó a mutilar una de sus manos para hacerla parecer más antigua.

lunes, 28 de abril de 2014

LA TORRE DE LA IGLESIA DE MONTSERRAT. PEDRO DE RIBERA


A mi juicio es la torre más bella que tiene el Madrid antiguo, barroca y a veces extravagante, casi traída por los aires desde oriente de Europa.
La iglesia pertenecía a un amplio conjunto para los benedictinos de Madrid. Iniciada en la segunda mitad del XVII por Herrera Barnuevo. La iglesia tenía una trazas derivadas del Gesú, con su característica portada.
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El proyecto tuvo numerosas paralizaciones y cambios de arquitectos hasta que en 1720 la retomará el arquitecto de la Villa, Pedro de Ribera.

Sin cambiar lo ya construido (especialmente fachada y primeros tramos de la iglesia) se dedicó a redecorarlos con sus típicas placas cortadas y rocallas.


Lo propiamente suyo es una sola torre (no sabemos si existían en el proyecto original) en donde su pasión decorativa se desborda, rompiendo entablamentos, utilizando sus particulares estípites anillados, multiplicando las líneas de imposta para articular los elementos horizontales...

A todo ello añade un original remate en el que renuncia al tradicional chapitel herreriano popularizado por Gómez de Mora en Madrid por el uso de formas bulbosas en disminución que le dan un cierto aire oriental (es un elemento que se utiliza en el rococó centroeuropeo).

SZÉKESFEHÉRVÁR. HUNGRÍA


domingo, 27 de abril de 2014

EN BUSCA DE LA CASA DEL GALLO DE LOS VIENTOS. LA GRANADA ZIRÍ


Como tantas cosas de los zirís, la Casa del gallo de los Vientos ya es un puro recuerdo alimentado por fotografías antiguas, cuentos (como el de Irving) y otras leyendas.
El viajero que quiera encontrarlo no lo hará sino en la imaginación, y sólo podrá recorrer algunas zonas del Albaicín más abandonado, llenando con recuerdos y lecturas la falta casi absoluta de indicaciones que al menos señalaran los lugares en donde una vez estuvo.

Y es que, como ya hemos dicho en ocasiones, la Granada zirí es la Granada olvidada, como lo es esta casa, el palacio de los ziríes erigido por Badis en el siglo XI y desde el que se gobernaba toda la taifa.
Se cuenta (lo hace al Jatib)  que sobre ella había una veleta que es un gallo de cobre con cabeza de caballo, montado por un caballero armado de lanza y adarga. Cuando el viento cambia, cambia también de dirección el caballero


La leyenda le atribuía poderes mágicos, señalando no sólo el viento sino la dirección por la que venían los enemigos.

Esta casa debió ser una de las partes más destacadas del palacio zirí que se encontraba dentro de la Alcazaba Cadima.
Su ubicación debió encontrarse en las cercanías de la plaza de San Miguel Bajo, ocupando muy probablemente lo que hoy es el Parque de Santa Isabel y la Placeta del Cristo de la Azucenas.
Bajo él se encuentra el principal de los aljibes (llamado del Rey) que recogían el agua de la acequia de Aynadamar. (Aquí tenéis más información sobre él)

El palacio se extendería a parte de lo que actualmente es el convento de Santa Isabel la Real, y muy probablemente dentro de él se encontrara la zona donde los luego los nazaríes construyeran el Palacio de Dalahorra




















Palacio de Dalahorra


sábado, 26 de abril de 2014

EL AGUADOR DE SEVILLA. FRANCISCO ROBLES. Velázquez, Semana Santa y mucho más


Me ha fascinado; apenas si me duró tres días de lectura verdaderamente compulsiva.

                                                      
  Francisco (Paco) Robles es una de las personas que más sabe de la Semana Santa sevillana y, por lo visto en el libro, un verdadero amante de la pintura del siglo de Oro.

Y es que el libro es, al menos, tres. 
Una magnífica novela histórica de Velázquez que repasa alguno de sus momentos culminantes (el sevillano a través del Aguador de Sevilla, el cortesano con el retrato de Martínez Montañés que acude a la corte para realizar los bocetos para la escultura ecuestre de Felipe IV, su segundo viaje a Italia con los retratos de Juan Pareja o de Inocencio X o sus últimos días en la Isla de los Faisanes). Con pequeñas pinceladas, como los cuadros de Cezanne que una y otra vez aparecen en la narración, nos construye un personaje, un arte y un contexto verosímil e histórico en el que domina la ambición velazqueña (en realidad española) del ennoblecimiento.

Por otra parte es una visión de Sevilla en su Madrugá con Pasión de Martínez Montañés, el Gran Poder de Juan de Mesa o la Macarena como grandes protagonistas.
Y por tercera, una profunda reflexión sobre el arte y su comercialización, sobre los expertos de arte, los falsificadores y los políticos culturales que dejan a un lado lo espiritual para utilizarlo como herramienta política, económica o de simple prestigio.
Y todo escrito con una vehemencia pavorosa. Un estilo tan poético como cortante que deja frase como puñales y genera un endiablado ritmo (pese a hablar de tanta espiritualidad) que impide la pausa y obliga a seguir la novela que avanza como un verdadero rodillo (un verdadero pregón de semana santa que avanza en círculos secantes, regresando para adelantar, casi más hecho para ser escuchado que leído).
Una novela histórica, negra, poesía y narración descarnada, todo en un cóctel asombroso.


jueves, 24 de abril de 2014

SAN IDELFONSO DE TOLEDO. NUESTRO GESÚ PARTICULAR


La orden de los jesuítas intentó convencer con la palabra y la pintura pero también con la arquitectura, repitiendo un modelo único (el famoso Gesú del que ya hablamos aquí de su portada y en su interior) que les hiciera reconocibles allá donde estuvieran.

La iglesia de San Ildelfonso en Toledo es, junto a San Isidro en Madrid, uno de los mejores ejemplos hispanos de esta imposición a través de la arquitectura, tan clásica como masiva, que gracias a su portada y su cúpula.

Sus autores fueron los mismos de la iglesia madrileña: proyecto de Pedro Sánchez y ejecución del Padre Bautista.

En su portada se respeta el modelo de Giacomo della Porta que vimos aquí (doble piso reforzados por potentes columnas pareadas, unido por aletones y cerrado visualmente por un tabernáculo en vez del tradicional frontón superior).

A este esquema se añaden (igual que en San Isidro) dos torres campanarios de ladrillo que rompen la armonía de la obra della Porta para aportarle un mayor sentido de ascensionalidad.
En su interior se recoge el modelo que hiciera Vignola para el Gesú (aquí lo vimos) de gran nave central, testero plano, corto crucero con pilares achaflanados y naves laterales compuestas a través de capillas comunicadas.





El muro se articula por medio de órdenes gigantes de pilastras.


La cubierta usa la tradicional bóveda de lunetos en las naves y una gran cúpula en el crucero.


Entre los elementos decorativos más característicos están las famosas ménsulas pareadas (casi una firma del Padre Bautista)




y el espectacular retablo fingido de los hermanos González Velázquez que, en una verdadera cita al padre Pozzo, construyen un espacio ilusionista verdaderamente notable 









La visita turística permite al visitante ascender a la tribuna con espléndidas vistas del interior y, si se atreve, a las torres, desde la que se tiene una espectacular vista de Toledo.

Junto a todo ello la iglesia tiene notables retablos



Retablo relicario




miércoles, 23 de abril de 2014

ANUBIS Y EL ORIGEN ICONOGRÁFICO DE LA MUERTE EN EGIPTO


Mis alumnos de 1º ESO ya conocen, aunque sea en líneas generales, el famoso Juicio de Osiris, una de las imágenes más antiguas de la Vida de Ultratumba que fueron ideadas en el Antiguo Egipcio y que ya explicamos aquí.
Ahora nos toca profundizar algo más en algunos personajes de esta famosa escena siguiendo el ensayo de José-R Pérez-Accino.
Comenzaremos por Anubis.
Su figura es de sobra conocida. Cuerpo de hombre y cabeza de chacal.

Según Pérez-Accino, esta figuración se origina en el periodo predinástico en torno a dos animales y toda una simbolización de la vida y la muerte.

El perro (animal domesticado, la propia civilización) les servirá para internarse en lo salvaje (las orillas del Nilo, aún ocupadas por el marjal) para generar caza y por tanto vida.
Por el contrario, su "primo" el chacal, viene del desierto (de lo salvaje y árido, allí por donde se esconde el sol para entrar en el mundo de los muertos en su ciclo diario) para tomar la vida, deglutirla (recuérdese la eucaristía cristiana) y llevarla a mundo del Mas Allá. Él entra en la Vida para alimentar la Muerte.

No nos ha de extrañar su papel de mediador en el Juicio de Osiris, el que prepara el muerto en su proceso de momificación, para presentarlo a Osiris y su Juicio y que la iconografía cristiana convertirá en San Miguel, el ángel psicopompo
Vezelay. Pesaje de las Almas con San Miguel
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San Miguel. Pedro Roldán

OTROS POST SOBRE LA MITOLOGÍA DE LA MUERTE EN EGIPTO

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