jueves, 15 de diciembre de 2016

MANTEGNA. DOS SANTOS


Si partimos de la tesis de Checa que considera el santo renacentista como el ideal del nuevo hombre humanista, estas dos representaciones de Mantegna parecen hechas a propósito de defender esta proposición.
San Jorge (del que ya analizamos aquí su iconografía) nos aparece en elegante pose (con un contraposto clamaremente praxiteliano, como lo es su belleza suave, lejana de lo que deberíamos considerar un aguerrido soldado).
Sin embargo, el mayor interés del pintor (más allá de lo puramente religioso) es jugar con todos los trucos posibles para conseguir una perspectiva que termine confundiendo nuestros sentidos (una de las obsesiones del autor, como ya vimos aquí)

Si comenzamos por la propia periferia del cuadro encontraremos un trampantojo de mármoles que enmarca a la figura a la vez que la deja salir hacia el espectador (como ocurre en la lanza rota  o en la zona de los pies y el dragón, que se proyecta hacia delante, "fuera" del marco).
El truco ilusionista bien podría estar inspirado en una obra anterior de Castagno y su galería de hombres ilustres.
Por otra parte, el paisaje cobra una especial importancia, especialmente el serpenteante camino que nos conduce al punto de fuga, que se sitúa muy cercano a la cabeza del santo, cuyo nimbo en escorzo (apoyado por el claroscuro) vuelve a hablarnos de el interés por la creación tridimensional.

Frente a él, casi como un verdadero contrapunto, se encuentra San Sebastián.
Como es habitual nos aparece semidesnudo (aquí explicamos algunas cuestiones iconográficas de él), amarrado a la columna, aguantando apenas sin dolor la lluvia de flechas a la que está sometido.

De nuevo la perspectiva tiene un importante papel, tanto en el fondo como en los dos personajes de la parte inferior que rompe la visión frontal del santo (que muy probablemente hallamos tenido en un primer momento) para provocarnos todo un descentramiento del espacio que nos situaría (a los espectadores) en un punto muy bajo.

Junto a ello vemos otra de las facetas más típicas del autor, su interés por la antigüedad clásica que vemos aparecer en las múltiples ruinas romanas y el interés por la anatomía del santo (casi una escultura pintada de contornos nítidos, diríamos que esculpidos).
Santo y columna forman un curioso efecto iconográfico, pues el resto del arco de triunfo se convierte en lugar de martirio y anuncio del futuro triunfo (la resurrección)

                       FOTOGALERÍA ENLAZADA DE MANTEGNA

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