lunes, 17 de abril de 2017

DE LA MÁQUINA BURGUESA A LA INÚTIL. LA REVOLUCIÓN DADA






Entre 1914 y 1918 murieron más de 8 millones de personas en los campos de batalla europeos. 
Todo el avance científico e industrial que se había producido desde la Segunda Revolución industrial (finales siglo XIX y principios del XX) se puso al servicio único de la muerte, y aparecieron los primeros tanques, las ametralladoras, el zeppelin, las pequeñas avionetas, los gases letales o el mismo ferrocarril, que sirvió para alimentar de nueva carnaza las trincheras batidas por los disparos.
Con todo ello la máquina, el gran símbolo del progreso moderno, quedaba en entredicho, y con ella todo el proyecto iniciado en la Ilustración, basado en la razón y la ciencia que nos debería llevar a la felicidad.
En el campo artístico esta crisis no pasó desapercibida, y coincidiendo con la I Guerra Mundial y con centro inicial en la Suiza neutral, iniciaría sus pasos el movimiento Dada
Profundamente irónico y descreído, demoledor en su actitud crítica contra los sacrosantos valores morales burgueses, este antiarte tuvo en la máquina uno de sus blancos favoritos.
Quizás el primero en hacer notar esta nueva sensibilidad fue Duchamp que ya en 1913 realizó su primer ready-made como máquina absurda: Rueda de bicicleta montada sobre taburete


Duchamp. Ready made. Portabotellas. 1914


A la vez que realizaba estos ready trabajaba en un proyecto mayor: El Gran Vidrio, de nuevo una absurda e irónica explicación de una máquina en donde la humanidad se ha convertido en maquinoides y desarrolla una estúpida danza nupcial: los novios de la parte baja mueven un molinillo que mueve un trineo que genera la energía (invisible) suficiente para ascender a la parte alta y desnudar a la novia (aquí lo explicamos con más extensión).



En el mismo sentido trabajó un íntimo amigo suyo, Francis Picabia

Suya es la expresión de máquinas solteras, soliciptas, masturbatorias, pues su imposible funcionamiento no produciría nada



Voila. ELLE

La cuestión en si misma ya era un absurdo. ¡Una máquina inútil!

Las máquinas se hicieron para realizar trabajos concretos y, por aquella época, repetitivos. El valor de esta máquina era, por tanto, su productividad.

Picabia, como buen dadaísta, dará la vuelta al sentido común y creará diagramas de objetos que ni son bellos ni útiles. Una máquina (si os fijáis en los títulos) sentimental. El mundo al revés o una locura muy cuerda

Picabia Totalisaeur

Y a la vez, en Alemania, Kurt Schwitters inventaba sus mertz, acumulaciones de fragmentos (pues en eso se había la realidad con la destrucción de la Gran Guerra, en puros fragmentos) de objetos cotidianos que encontraba en sus paseos. Máquinas de basura




De una forma semejante, en los años 60, con una ideología cercana a la de mayo del 68, aparecieron los neodadaístas del Nuevo Realismo Francés.
Uno de los miembros más destacados ya lo conocéis, Yves Klein, el fecundo pintor de cuadros azules. 
Otro miembro, César, se dedicó a hacer sus primeros prensados con chapas de coches (el símbolo por excelencia del progreso en esos años que de nuevo se convertía en basura)

Por su parte, Tinguely se especializó (de nuevo) en máquinas inútiles, justo en el momento donde una tercera revolución industrial (la que nos llevaría al mundo actual) iniciaba sus pasos.



Más allá de Picabia o Duchamp, las máquinas de Tinguely se movían de veras aunque sus esfuerzos eran nulos, pues todo el entramado artesanal de bielas, cuerdas y engranajes no producía absolutamente nada, acaso una sonrisa ante aquel juego sin sentido que dejaba embobado al espectador. (sus primeras máquinas pintaban ellas solas, en una clara crítica al expresionismo abstracto. Metametics)



Su apoteosis fue la máquina que, en su proceso, se terminaba por autodestruir; bonita metáfora para un mundo (el actual) amenazado por el efecto invernadero, la lluvia ácida o los precios astronómicos del petróleo.








Existe un vídeo sobre sus obras en http://www.youtube.com/watch?v=bFC0Qs_IC48









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