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martes, 29 de noviembre de 2011

LA GRANADA JUDÍO-ISLÁMICA DE LOS ZIRÍS. IBN GABIROL Y LA FUENTE DE LOS LEONES



El Albaicín de Granada  (XI)
Casi tres siglos antes de construirse la Alhambra, Granada fue ya un reino próspero y fascinante dirigido por visires judíos que pusieron su inteligencia a favor de una dinastía de origen norteafricano-bereber, los ziríes
Era el siglo XI, cuando la gran guerra civil (fitna) había roto la unidad del califato de Córdoba, creándose un mosaico de pequeños estados llamados los reinos de Taifas.
Uno de los más poderosos fue el creado en Granada que abarcaba Almería, Málaga y una parte de Jaen, manteniendo fuertes lazos con el norte de África del que eran originarios (Túnez)
En aquel territorio muy pronto comenzó a destacar una figura principal: el judío Samuel Negrella, jefe de todas las juderías hispanas y consejero favorito del rey Habus y más tarde su propio hijo (Jose Negrella) del sucesor, el rey Badis. Bajo sus mandatos la ciudad alcanzó prosperidad y un intenso (aunque efímero) destello en donde la poesía y la arquitectura brillaron con viveza.
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Fue el momento en donde los judíos realmente comprendieron que su segunda patria era Sefarat (Al Andalus) y, sin perder sus raíces religiosas, supieron integrar lo mejor de la cultura musulmana. Crearon entonces un lugar casi mítico para la cultura mosaica que tuvo como centro la judería y el barrio que hoy conocemos como el Realejo.
En él floreció especialmente la poesía con Negrella (el visir del rey) e Ibn Gabirol como sus principales representantes. Una lírica exquisita que hablaba del amor, del poder o de la muerte en medio de los enredos cortesanos.
Precisamente será uno de sus poemas lo que ha dado la pista a varios especialistas (O. Grabar entre otros) para datar la famosa fuente de los leones de la Alhambra en un periodo muy anterior al nazarí, vinculándolo con algunos tópicos del mundo hebreo, como el templo de Salomón y su mar de bronce, con una fuente sobre un cristal tan trasparente que la propia reina de Saba se arremangó su vestido para no mojarlo
Hay un copioso estanque que semeja
al mar de Salomón,
pero que no descansa sobre toros;
tal es el ademán de los leones,
que están sobre el brocal, cual si estuvieran
rugiendo los cachorros por la presa;
y como manantiales derraman sus entrañas
vertiendo por sus bocas caudales como ríos.
Y junto a los canales, hincados, corzas huecas
para que el agua sea trasvasada
y rociar con ella en los parterres
las plantas y asperjar los juncos de aguas puras
y el huerto de los mirtos con ellas abrevarlo;
y siendo como nubes, salpican un ramaje
fragante, con aromas de esencias, cual si fuera
de mirras incensado.
Tomado de artecreha
Todo ello, sin embargo, se cortó de raíz poco tiempo de ser instalado, tras una terrible la persecución y matanza de los judíos granadinos de diciembre de 1.066. Reinaba para entonces Abd Alláh, el último rey de la dinastía que tuvo que pagar fuertes parias a Alfonso VI para ser protegido de su eterno rival, el reino taifa de Sevilla.
Enredados entre estos impuestos y las numerosas batallas, el reino irá perdiendo poco a poco fuerza, siendo uno de los de los que pidan (junto a Sevilla) ayuda a los almorávides, nueva dinastía triunfante en el Magreb. Con su entrada se desvanecerá definitivamente el sueño de un reino independiente y culto que sólo regresará a partir de 1232 con la llegada de los nazaríes al poder (los constructores de la Alhambra)


 De aquel periodo aún nos quedan muchos restos. En realidad, gran parte del famoso Albaicín fue construido en esta época, con sus famosos cármenes (jardines con vistas hacia la Alhambra)
Todo el recinto estaba delimitado por una muralla exterior (progresivamente ampliada) de la que nos restan numerosas puertas que analizaremos aquí.
En su interior existía una alcazaba (su parte más antigua, Alcazaba Qadima), y dentro de ella, un palacio del que apenas tenemos restos (La Casa del Gallo de los Vientos que ya vimos aquí)

Se conserva el alminar de la primitiva mezquita mayor (hoy incluido en la iglesia de San José) de técnica cordobesa

Alminar y aljibe de San José

Detalle. La ventana de arco de herradura y la disposición de los sillares a soga y tizón (alternando la cara larga de la piedra con la corta) son típicos de la arquitectura cordobesa.

También se conservan numerosos aljibes iniciados en esta época que eran los receptores del agua tomada de una de las grandes obras de ingeniería andalusíes, la acequia de Aynadamar (de las lágrimas) sita en Alfacar.
Realizados en ladrillo y aún en uso, sus largas bóvedas de cañón o el trabajo decorativo de arcos de herradura y alfices tienen claras semejanzas con el mundo toledano


Aljibe de San Nicolás

Aljibe de San Miguel
Aljibe del rey

Para cerrar este pequeño paseo por la Granada Zirí, no deberíamos olvidar uno de los hamman (baños públicos) mejor conservados del mundo islámico, el llamado del Nogal dividido en varias estancias (siguiendo el esquema de las termas romanas) del que sólo nos queda su esqueleto constructivo (estaría pintado y estucado).




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Para saber más hay varios libros especialmente recomendables.
Las novelas El mar de Bronce de Felipe Romero y La Alhambra de Salomón
Una verdadera rareza Las memorias de Abd Alláh, el siglo XI contado en primera persona 
El ensayo histórico-artístico La Granada Zirí, de Bilal Sarr
y otra dedicada a Ibn Gabirol

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