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viernes, 17 de febrero de 2012

EL PUENTE DE TRIANA. Arquitectura del hierro y el cristal


Sevilla no tuvo un puente estable hasta mediados del siglo XIX, y fue precisamente, el Puente de Isabel II que todo el mundo conoce como el Puente de Triana.
Hasta entonces, y ya desde tiempos musulmanes, la zona tenía un puente de barcas del que ya hemos hablado aquí, amarradas con cadenas entre ellas y con tablones superiores que las riadas se llevaban una y otra vez.



Este puente, utilizando las nuevas tecnologías del hierro y el cristal, es un diseño muy semejante al Puente Carrousel, hoy desaparecido, que se levantaba el río Sena. Sus autores fueron los ingenieros franceses Gustavo Steinacher y Fernando Bernadet.


Su mayor interés arquitectónico son los dobles arcos de hierro que arrancan desde las pilastras centrales y se unen y refuerzan por medio de círculos que disminuyen de radio hacia la clave.

Desde los años 70, una obra de restauración colocó un tablero autoportante que deja toda la gran estructura sólo como un motivo decorativo.

El lugar (la gran ribera del canal del Guadalquivir, con vistas hacia la calle Betis, la Maestranza, la Giralda o la torre del Oro) y su íntima conexión con Triana (algo que excede la idea de barrio y se constituye como una verdadera población independiente) han hecho del puente un verdadero hito y senda principal en el trazado urbano que, en el imaginario colectivo, casi puede calificarse como todo un lugar simbólico. No hace falta ver las decenas de candados amarrados a su barandilla como prueba de amor (al modo del ponte Milvio de Roma, costumbre que puso de moda en todo el mundo, uno de los últimos libros de Moccia)



O la propia Semana Santa, en donde el Puente es todo un emblema por donde los pasos de Triana toman la ciudad de Sevilla en una forma simbólica de desagravio.

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