El Renacimiento es orden, medida, para buscar la perfección. Frente a él, el Barroco es sorpresa, movimiento para llagar a impactar al espectador.
Por ello el Renacimiento busca un módulo (una medida) que se repite y organiza el espacio. En muchas ocasiones será el intercolumnio (la distancia entre columna y columna). Esta medida se repite, se multiplica por números básicos (2, 3...) para conseguir un conjunto proporcionado, buscando así la perfección matemática.
Lo podéis ver en el famoso San Pietro in Montorio de Bramante
Por el contrario, el Barroco, busca conscientemente romper con el módulo. Ya no le interesa la perfección, sino la sorpresa, lo cambiante, la multiplicidad.
Fijaros en esta obra (San Andrea del Quirinal de Bernini) y veréis que hay dos módulos funcionando a la vez: el de las columnas delanteras y el de las grandes pilatras de los lados. Se consigue así la sensación de dos edificios, uno dentro de otro, uno diminuto o (quizás) otro gigantescos. Se ha roto la armonía, la perfección. Es algo sorprendente, distinto
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