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domingo, 1 de julio de 2012

EL INSTANTE PRECISO. Una escultura ecuestre postmoderna de Pérez Villalta


Coronando la Casa Consistorial de Granada y haciendo frente desde 2002 a críticas y elogios, resiste aún esta curiosa escultura ecuestre de Pérez Villalta (que ya analizamos en su faceta de pintor), uno de nuestros posmodernos más profundos, interesantes y divertido. Un iconoclasta que juega con la ventaja del profundo conocimiento que tiene de la historia del Arte.
Esta sabiduría la permite jugar con esta Historia de una forma irónica (tanto en lo plástico como en lo ideológico). Responde así al postmodernismo más inteligente que, con conocimiento y altas dosis de iconoclastia, juega con los referentes hasta vaciarlos de sus contenidos originales, aunque en principio parece lo contrario.


Y es que hay que recordar que esta escultura ecuestre fue un campo vedado (durante el Renacimiento y Barroco) a reyes y grandes ministros, como tan exquisitamente nos enseñó Velázquez. Su ideología, que arrancaba desde el Imperio Romano (el famoso Marco Aurelio ecuestre) y relacionaba el poder con la actividad guerrera (o su sustitiuivo en tiempos de paz: la caza), convirtiendo el caballo en trono.
Desde el XIX (y siguiendo los modelos napoleónicos que popularizara David), lo ecuestre se desplazó al poder político militar con excelentes ejemplos en España, siempre tan pródiga a pronunciamientos (un paseo por el Retiro nos dará un catálogo completo de los mismos, comenzando por la escultura de Espartero que ya visitáramos hace unas fechas).
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Y ante tamaña colección de poderes (basados todos ellos en la coacción, de las armas y las leyes), Pérez Villalta nos habla de libertad en ese jinete que, desnudo, monta sin silla sobre el caballo, formando un conjunto con él, sin imponerse.
Un hombre que no es una persona, sino una idea casi metafísica, como nos hablan sus ojos vendados (Según el propio autor, la idea de felicidad) y sus brazos abiertos, uno de ellos sujetando el idealismo extremo de una gran bola dorada.



En lo estilístico también Pérez Villalta cambia las maneras. Resulta curioso su apoyo inestable sobre las esferas doradas, un motivo que ironiza sobre la técnica habitual de colocar una esfera para mantener la estabilidad en la pata levantada, como podéis ver en este de Pietro Tacca de Felipe III.

Así, el mismo motivo cambia significativamente de función, y de la estabilidad pasamos a la ligereza, el equilibrio inestable, tan manierista, como tantas veces en el autor.
También resulta significativa esa cola que se trenza en el viento de forma casi modernista, juguetona. Un simple juego abstracto-realista al que tanto acostumbra la postmodernidad. ¿Es una cola de caballo bellamente estilizada en ondas o una forma abstracta que, por su contexto, confundimos con una cola de caballo?

El escultor que la llevó a cabo fue Ramiro Megías López




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