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sábado, 1 de noviembre de 2014

Hoy, día de difuntos. WARHOL Y LA MUERTE


Solemos identificar al Pop en general y a Warhol en particular con la frivolidad, el consumismo, los objetos cotidianos y la cultura de masas relacionada con la publicidad.
Sin embargo, y en particular Warhol, este estilo tiene también tiene un reverso tenebroso que se ocupa, de una forma muy más constante de lo que creemos, sobre la muerte.
Estos temas tienen varias raíces profundas.
Evidentemente lo podemos relacionar con la propia biografía del artista, siempre acosado por la enfermedad y con miedo cerval a la muerte, evitando cuantos entierros (y fueron muchos) de sus personas mas allegadas. (Curiosamente, la famosísima imagen de Marylin es una imagen de muerte, creada tras su suicidio,con un rictus en la sonrisa congelada que desmontaba el mito).

Fruto de esta fobia son sus múltiples obras sobre accidentes en los que, por medio de la repetición de las imágenes tomadas de los propios periódicos, ponía en el dedo en la llaga sobre la anestesia general que existía en la sociedad estadounidense sobre la muerte (y que seguirán otros autores posmodernos, de los que realmente es el padre, como Serrano, Hirts o los hermanos Chapman)

En la obra de Warhol, este tema se suele unir de una forma insistente con el de la violencia. De nuevo su biografía vuelve a aparecer, pues fue objeto de un intento de asesinato por parte de una de las habituales de la Factory.
También vuelve a ser una radiografía de la sociedad estadounidense y su culto a la violencia que se refleja tanto en sus películas como en la propia vida cotidiana (la famosa segunda enmienda que permite portar armas), convirtiendo en héroe al pistolero del oeste, al mafioso...

Tan imbricada como las sopas Cambels o los dibujos animados, el asesinato violento, la pistola, son una genuina iconografía yanky que Warhol une a su catálogo de imágenes con sus tradicionales repeticiones y serigrafías
Un ejemplo máximo de todo este tema sería la famosa serie sobre la silla eléctrica que lleva la violencia a la categoría de estado y convierte al asesinato en una forma de venganza colectiva (llena de morbosidad).

Sus cambios cromáticos, ese curioso cartel de silencio, crean una imagen aún más potente que el original, estetizando la barbarie, frivolizando con ella para hacerla aún más dura y ácida.




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