Muerto prematuramente (36 años) tuvo el suficiente tiempo para crear un nuevo género, las fiestas galantes, y apuntalar las bases del rococó que seguirán Fragonard o Boucher.
Su arte se nutre de los grandes barrocos (Rubens, Van Dyck, Poussin) y venecianos (Tiziano y especial Veronés), de los que tomará numerosas sugestiones para crear un estilo personal.
Sus cuadros, de tamaño reducido, insisten una y otra vez en las fiestas de la aristocracia en plena naturaleza.
El paisaje, extraído de Poussin, se somete a una profunda idealización (influido por la pintura y el jardín inglés) hasta convertirse en el paisaje pintoresco. Un lugar idílico que juega entre el bosque humanizado y el jardín inglés, siempre umbroso y de ambiente vaporoso. Es el escenario de una Naturaleza a la que se ha eliminado sus aspectos amenazantes o simplemente agresivos, para convertirse en un escenario en donde el hombre encuentra una plena correspondencia con la Naturaleza, una idea que comenzamos a ver en la escuela veneciana y que influirá decisivamente en todo el rococó (desde el columpio de Fragonard, a los dioses amables de Boucher o los cartones para tapices de Goya).
En este escenario, las figuras, vestidas a la moda más elegante, juegan, conversan y, sobre todo, se aman. Es el triunfo del amor (que ya había comenzado a trabajar Rubens), del filtreo, del cortejo amable, que representa perfectamente los valores de una sociedad opulenta (en sus élites) que ya se establece en tiempos de Luis XIV y se desarrollará cada vez más en sus sucesores, llegando al extremo en Maria Antonieta y sus fiestas en los jardines.
Esta temática se irá profundizando cada vez más en el rococó, llegando a un claro erotismo e las figuras de Fragonard o Boucher.
Boucher
Su técnica, pura mancha, consigue la plena integración de figuras y fondo, y está anunciando esta unión entre hombres y personas que se codificará en la obra de Rousseau (El Emilio).
Junto a estos temas, Watteu también utilizará las temáticas generadas por la Comedia italiana, utilizando sus personajes como una forma de insistir en lo teatral que tiene esta sociedad dieciochesca que ha convertido su vida en un ballet estilizado en donde la música (como ya nos habló hace tiempo Rafa) invita a la relajación, al culto suave de los sentidos.
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