Danae
Correggio es un pintor difícilmente clasificable que oscila entre la maniera más suave y el protobarroco, a mitad de camino entre el dibujo florentino de un Broncino, la masividad miguelangelesca o el tratamiento óptico que practicaron los venecianos
Mientras los dos primeros modelos (manierismo florentino o romano) los conoció a fondo en sus viajes, es muy probable que los modos venecianos nunca le influyeran directamente, y sus atmósferas cargadas o la pincelada suelta y el uso del color surgiera del propio Leonardo y su sfumato (aquí ya analizamos la influencia decisiva que tuvo Leonardo en Giorgione y la escuela veneciana).
Aunque Correggio pintó especialmente temas religiosos, también realizó obras profanas para mecenas relevantes (y sumamente conocedores) como Federico Gonzaga en los años 30, siguiendo el modelo de studiolos creados por su madre (Isabel d' Este en Mantua, con colaboración de Mantegna, Cosa y Perugino) y su tío (Alfonso I de Ferrara, compuestas por Giorgione y Tiziano, las primeras poesías del maestro veneciano, cargadas de una nueva sensualidad, basada en el tratamiento "carnal" de lo mitológico)
Sátiro, Venus y Cupido
En ellos vemos un tratamiento que une el diseño manierista de cuerpos sumamente deformados (a la florentina en Danae, a la miguelangelesca en Sátiro y Ninfa), encadenados a formas serpentinatas o descoyuntadas (fijaros en la pierna trasera de Danae), con el refinamiento del sfumato y el color.
Su carácter claramente erótico los emparenta con los que realizara Bronzino, aunque mucho más mórbidos y sensuales gracias al uso del color (y por tanto, más cercanos a Tiziano, aunque siempre lejos de su realismo, que él combate con una actitud intelectual que nos impide tenerlos por reales, sino más bien como visiones oníricas en donde el sexo se estiliza y se llena de una sensualidad a veces un tanto enfermiza)
En cuanto a sus maravillosos ángeles putti, mucho le deben a Rafael, mientras que sus ángeles más estilizados se encuentran en clave florentina.
Tanta era la blandura que conseguía en las carnes y la gracia con la que terminaba sus trabajos (Vite. Vasari)
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