Junto a Rosales y Madrazo, José Aparicio es uno de los máximos exponente de la pintura neoclásica española.
Buen conocedor de David (frecuentó su taller antes de la Guerra de Independencia, el momento más clásico del maestro francés) y de la pintura italiana de la época (pues fue becado en Roma), recoge los modos neoclásicos con pureza.
Como puedes ver hay una predominio absoluto de la línea sobre el color, un gusto por la composición ordenada, a manera de un friso, rematada por elementos clásicos, y una sobreactuación de los personajes.
Igual que hacía David en su Juramento de los Horacios, hay una clara división (formal e ideológica) del cuadro: mientras a la izquierda se encuentran los franceses que ofrecen pan a los madrileños, a la derecha nos encontramos a los famélicos españoles que niegan a tomar nada del enemigo.
Vemos así un cuadro de tesis, profundamente moral, de enseñanza al pueblo. La dignidad se impone a las necesidades materiales, como el honor sobre los sentimientos en David.
En medio de todo ello se encuentra la magnífica figura sedente, ajena a todo, que tiene una clara inspiración en los filósofos griegos (una nueva vuelta a la Antigüedad), a un Séneca absorto que se encuentra más allá de cualquier sentimiento.
Curiosamente hay rasgos en el cuadro que nos hablan de conexiones con el prerromanticismo. El propio "filósofo" estaba directamente inspirado en una obra de Fuseli (El Conde Hugolino), o la mujer tendida sobre él, más erótica que famélica, como Fuseli habitualmente las dibujaba.
La inscripción de arriba a la izquierda (NADA SIN FERNANDO) deja claro el carácter propagandístico (heredado directamente de David) de esta pintura de historia que será (junto al retrato y el paisaje) el género por excelencia del siglo XIX hispano.
Su inicio hay que situarlo en pleno reinado de Fernando VII para el que trabajó, que intenta seguir explotando su idea de salvador (El Deseado) que se había generado durante la Guerra de Independencia pese al claro carácter absolutista con el que comienza su reinado (Decretos de Valencia)
Su inicio hay que situarlo en pleno reinado de Fernando VII para el que trabajó, que intenta seguir explotando su idea de salvador (El Deseado) que se había generado durante la Guerra de Independencia pese al claro carácter absolutista con el que comienza su reinado (Decretos de Valencia)
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