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jueves, 27 de abril de 2017

BEUYS. PLIGHT



"Lo último que recuerdo es que ya era tarde para saltar, demasiado tarde para lanzarse en paracaídas. Eso debe haber sido pocos segundos antes de golpear el suelo. (...). Aparentemente yo salí disparado por la ventana cuando el avión tocó el suelo y eso me salvó, incluso si recibí grandes golpes y terminé completamente enterrado en la nieve. Así es como los tártaros me encontraron tras varios días. Recuerdo sus voces diciendo ‘Voda’ (agua), luego el fieltro de sus carpas y el denso aroma del queso, la grasa y la leche. Ellos cubrieron mi cuerpo con grasa para que pueda recuperar el calor y luego me envolvieron en fieltro como aislante para mantener el calor adentro
Tomado de salonarcano.com.ar

Entre los distintos materiales Beuys, el fieltro ocupa un lugar de excepción que el autor siempre relacionaba (como podemos ver en el texto) con su resurrección a través del calor. Muerte-vida y energía, dos conceptos recurrentes en su obra.
Junto a sus propiedades caloríficas (y su asimilación a la naturaleza al estar hecho de pelo de animal prensado), el fieltro también es un instrumento de protección del ruido.
Sobre estas bases, esta instalación podría entenderse como un refugio para el espectador que penetre en ella y se aisle del mundo.

Sin embargo, las cosas con Beuys nunca son tan fáciles y directas, y muchos visitantes del Pompidou (en donde se encuentra "reconstruida" la instalación, una de sus últimas obras) se sienten encerrados con un extraño efecto de claustrofobia. Una sensación que provoca también el piano cerrado (y encerrado en un espacio de silencio que impide el paso del sonido); un instrumento inútil, condenado al silencio.

Como único rasgo humano, sobre su tapa un termómetro
Nada más; lo demás ha de ponerlo el espectador (todo humano puede ser artista, recitaba reiteradamente Beuys) que debe utilizar la obra como un verdadero condensador de energías, de aislamiento voluntario, en donde poder renacer espiritualmente

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