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jueves, 14 de septiembre de 2017

Análisis y comentario del Escriba sentado


Escultura del Imperio Antiguo, V Dinastía. Museo de Louvre.


Tema. Escultura de función funeraria que nos representa a un alto funcionario, escriba, representado ejerciendo su oficio.

Tipología. Se trata de una escultura individual de bulto redondo pensada para ser colocada junto a la cámara funeraria, en el serdab.

El material utilizado es la piedra, utilizando el procedimiento de la talla. No son visibles ningún tipo de postizos.

La composición es típica de los artes arcaicos, siendo de bloque cerrado, simétrica y con una clara ley de la frontalidad. Como ocurre con el resto del cuerpo, la composición acusa una fuerte influencia geométrica, generando un esquema piramidal.

Modelado. La influencia de la luz es poco importante, pues las superficies (bastantes planas), apenas si generan claroscuro.

Se trata de una figura policromada con especial atención a los detalles del rostros (pelo, ojos, cejas...)
La figura se nos muestra hierática, estática y con una idealización de la realidad realizada a través de formas geométricas sencillas, evitando detalles a favor de una visión global (idealización algo menor que las típicas representaciones del faraón). Su canon es ancho y proporcionado, sin demasiado interés por la representación de las distintas texturas, siendo los paños también muy geometrizados.
 



COMENTARIO.

La actividad ejercida (escriba), junto a algunos detalles técnicos como el hieratismo, la tendencia a la simplificación geométrica, frontalidad o simetría nos hacen pensar en el arte Egipcio, uno de los primeros en la historia del Arte que desarrolla una estatuaria monumental y que, a excepción del periodo de Akenaton, siempre mantuvo las mismas características estéticas

Como ocurre en gran parte de sus producciones artísticas la escultura que comentamos tiene un clara función funeraria, la de ejercer de doble del difunto para su alma o Ká en la Vida de Ultratumba. Esta creencia tan profundamente arraigada también el origen de gran parte de su arquitectura (mastabas, pirámides e hipogeos) y pinturas que decoraban sus distintos espacios con narraciones del Libro de los muertos en donde se narraban los distintos pasos que debía recorrer el alma (incluido el famoso del tribunal de Osiris) hasta llegar a su descanso eterno.

Por otra parte, la escultura también nos recuerda la estricta división social que existía en el Antiguo Egipto (sociedad estamental). En la cima del poder (tanto político como religioso; teocracia) se encontraba el faraón, elemento de unión entre el mundo de los mortales con el de los dioses (al ser considerado hijo del propio Ra). Bajo él se encontraban los distintos poderes necesarios para el control del imperio: el militar, el sacerdotal (como el famoso Alcalde del Pueblo) y el burocrático que se encargaba del control de impuestos y propiedades al que precisamente corresponde esta escultura. Todos ellos formaban la clase privilegiada con el suficiente poder económico para poder permitirse la realización de una tumba monumental con todos sus ornamentos, siendo, junto al faraón, los comitentes del arte egipcio.(El no ser una estatua del faraón nos podría explicar el mayor realismo de la figura, tal y como decíamos anteriormente)

Sin demasiadas influencias anteriores (en todo caso podríamos citar las, a veces contemporáneas, culturas del Medio Oriente), la influencia de la plástica egipcia tendrá amplias consecuencias. Por su cercanía influirá en gran parte de los artes mediterráneos, como la cultura micénica , el arte etrusco o, fundamentalmente, en la escultura griega arcaica, los kurós de rasgos geométricos, mirada hierática, bloque cerrado e, incluso, pie adelantado como puro convencionalismo, sin intención de movimiento. (Tras esta etapa, el arte griego buscará su propio camino basado en una idea de antropocentrismo y armonía, alejándose por completo de las maneras egipcias)

Más adelante se puede observar influencias en los artes medievales (en especial en lo que se refiere a la pintura) y, en los finales del XIX y primeros años del XX, en pintores como Gauguin o, sobre todo, Picasso, que utilizan alguno de sus recursos expresivos para romper con el arte clásico, tal y como puede verse en las Señoritas de Avignón o en el Beso de Brancusi.

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