Entre otras maravillas, la catedral de Málaga custodia este magnífico cuadro realizado por Cano dos años antes de su muerte.
En este momento Cano residía habitualmente en Granada en donde era canónigo de la Catedral, con la que mantenía continuos conflictos.
Tal vez estas desavenencias propiciaron su estancia en Málaga, tal y como nos informa Palomino
Consiguió en ese tiempo el ilustrísimo señor Don Fray Alonso de Santo Tomás, Obispo de Málaga, el que pasase a Cano a esta ciudad, para hacer las trazas del Tabernáculo del altar mayor de aquella Santa Iglesia, y para la sillería del coro, como las ejecutó, con gran acierto.
A.Palomino, Vidas
Nos encontramos con una obra de madurez, con un Cano que ha renunciado a alguna de sus experimentaciones (las encarnaciones excesivamente pálidas, el juego de luces) típicas de su etapa madrileña para volcarse en un clasicismo total que le acercan como nunca al mundo del Cinquecento (los ecos de Rafael, que Cano habría podido conocer en las colecciones reales, son sumamente evidentes).
El tema recoge el tradicional de la Virgen del Rosario (tan querida por los dominicos), enriqueciéndo con la aparición de otros santos (se ha pensado en un cuadro para un oratorio particular de Fray Alonso de Santo Tomás, que le haría añadir a sus santos más queridos) o el tema del abrazo de Santo Domingo y San Francisco.
De la misma manera, la imagen de la Virgen retoma la de las matronas romanas y, lejanamente, recuerda a las inmaculadas con su coro de ángeles bajos.
La obra (de nuevo Rafael) se estructura en dos claras zonas (la celestial y la humana) frente a la unificación que era ya habitual en esos tiempos.
Rafael. Asunción
En la parte alta, la Virgen y el Niño se organizan en un gran triángulo de amplia base, jugando con suaves contrapostos entre las figuras (y Rafael, una vez más)
Rafael. Sagrada Familia
En la zona baja Cano cambia de registro, y organiza los santos de espaldas al espectador (convirtiéndoles en claros intercesores entre éste y la divinidad).
Estos forman un semicírculo hacia el interior, como una especie de basamento visual sobre el que "apoyar" la imagen mariana.
(Si observáis la imagen superior de la Asunción de Rafael, se toma su procedimiento de semicírulo bajo cambiando el sentido, el único rasgos genuinamente barroco y que, como ya decíamos, intenta involucrar al espectador en la imagen, dándole su "lugar" en toda la historia)
Tanto la idealización de los personajes sagrados como la suavidad de los colores, tenues y aterciopelados nos vuelven a retornar al mundo clásico al que Cano, pese a su extrema vida, siempre perteneció en la sensibilidad (véase su maravillosa Inmaculada)