Hoy nos volvemos a ocupar de este gurú del arte minimal que terminó por destruirlo, demasiado constreñido por los radicales límites que se habían autoimpuesto.
Fue la llamada antiforma, que él mismo bautizó en un artículo del 1968, en donde se defendía (como también hacía el minimal) la naturaleza de los materiales
Entre ellos aparecía el fieltro (tan utilizado por Beuys, aunque aquí sin su simbolismo) que revolucionará su escultura, pues aportará calidez a la frialdad tradicional y azar a las estructuras geométricas.
Sus dobleces y caídas rompen con la tradicional monumentalidad (potenciando incluso la idea de fragilidad) mientras que las texturas rompen el monopolio de lo visual y háptico, acercándonos más a la tactilidad.
Curiosamente todos estos cambios se están produciendo (aunque de forma mucho más radical) en la orilla europea, con el arte povera
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