Desde hace varios años Ana Isabel está desarrollando un largo y complejo proyecto denominado flores de agua en donde ríos, lagos y mares pierden su especificidad a través de la poética de su cámara.
Las obras son en principio un pequeño e irónico homenaje al concepto de sobre la posmodernidad liquida de Bauman.
Como en ella en las imágenes todo fluye y es cambiante. Nada permanece y las imágenes son solo fruto de un instante que la cámara fotográfica convierte en presente eterno.
Visualmente ese fluir se convierte en pequeño caos en donde la geometría euclidiana se ve amenazada por la entropía, y la curva y el detalle gana la partida a lo geométrico y platónico. Pues todo es puro Heráclito, Aristóteles sobrepasado.
Sabrina (trenzas doradas)
La autora se complace en las transparencias y los juegos de colores, creando un puro festín para los sentidos que, sin embargo, tiene variadas y sugerentes iconografías, como la sinestesia (con múltiples referencias a la música o la danza que nos propondrían la idea de fotografías musicales), el arte o la historia (en una actitud autorreferencial típicamente posmoderna) o el cuestionamiento de la propia realidad.
Junto a estos temas aparece la idea del reflejo especular, algo habitual en la obra de la autora como demuestra en su serie Ingrávidos, y que en en el fondo no es sino una nueva reflexión sobre lo que es y lo que parece ser , sobre lo que es y nosotros queremos ver.
Esta idea de ambigüedad sobre lo real se potencia con sus tradicionales juegos con el lenguaje que emplea en los títulos.
A través de ellos la imagen se carga de nuevos significados y complejas relaciones, situándonos en encrucijadas en donde el artista no toma partido y tendremos que ser nosotros los que decidamos hacia donde queremos ir.
Con todas estas características, estas flores de Agua se sitúan en un espacio sin certezas absolutas al que invitan al espectador que las contempla, que puede (debe) jugar con ellas, pasando de lo formal a lo significativo, encontrando los caminos que su estado de ánimo o formación y experiencia personal le dicten.
Puro arte impuro, posmodernidad que lleva a su límite firmándolas como si fuera otro, un puro alias inventado, Vicente Camarasa.
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