Una mujer desnuda (su propia esposa) baja la escalera: sólo eso.
¿Sólo?
En realidad una fotografía pasada al lienzo con técnicas pictóricas tradicionales, un arte híbrido que empieza en la técnica y termina en lo manual. Un arte impuro en sus medios que mezcla la tecnología con la tradición sin decidirse claramente por ninguna de las dos.
Pero una fotografía no artística, además. A Ritchter le fascinan las imágenes de semanarios, las fotos amateur que no aspiran a tener aspiraciones artísticas pero que él (por formato, técnica y su propia intención de artista) convierte en una obra de arte. La baja cultura convertida en objeto museable.
Pero, además, una reproducción pictórica de una fotografía sin intereses artísticos que el artista desenfoca intencionalmente para jugar con nuestra mirada, convirtiéndonos a todos en miopes incapaces de ver más allá de los contornos, perdiendo los detalles. Pura contradicción: la ampliación genera confusión, interferencias, y convierte lo que podría ser pornografía en misterio, nos hurta la carne para darnos (casi) un cuerpo etéreo, sin peso ni pulsiones.
Pero, además, un ¿homenaje o una burla? La que realiza a la famosa mujer bajando una escalera de Duchamp.
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