Un mes después del realizarla en San Sebastián (1 diciembre de 1992), Pepe Espaliú volvió a escenificar en Madrid la que terminaría por convertirse en su obra maestra: Carrying.
Ese mismo día publicaba en el País un demoledor artículo donde se confesaba homosexual y enfermo de SIDA, dos terribles formas de exclusión en una sociedad (la de los noventas) que entendía aún el SIDA como una plaga bíblica para castigar a los homosexuales.
Frente a ello la acción de Carryging planteaba una nueva concepción del enfermo de SIDA (que no era un apestado, al que se le podía tocar y ayudar), y que sólo podría conseguir mejorar algo su calidad de vida por medio de la solidaridad (y no la pena o la caridad) y la ayuda colectiva.
En toda la obra, Espaliu, descalzo y vulnerable, se convierte en un nuevo tipo de santo laico, de símbolo de algo que es terrible y trágico pero no rechazable, y todo un amplio grupo de voluntarios le portan (sin que jamás toque el suelo) desde Atocha y hasta el mismo Reina Sofía.
Junto a ello se imprimieron manifiestos, cartelería y todo tipo de objetos que consiguieran que la acción se amplificara más allá de su ejecución, convirtiéndola en una perfecta síntesis entre arte, activismo y pedagogía.
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