Felipe Próspero fue el primer hijo varón que nació de Mariana de Austria tras la muerte del sucesor varón , Baltasar Carlos.
A partir de él María Teresa (la hasta entonces sucesora) fue ofrecida en matrimonio a Luis XIV para reforzar los lazos con Francia.
Sin embargo, todo esto se torcerá con su muerte antes de cumplir cuatro años, teniendo que esperar primero a la infanta Margarita y luego a Carlos II para asegurar el trono español (aunque ya de una forma muy breve)
El niño, desde su nacimiento, manifestó una salud enfermiza, con episodios de epilepsia y escrófula (derivada de la tuberculosis que ataca al pulmón y los ganglios) que le terminaron por llevar a la tumba a una edad tan temprana.
Evidentemente, como sucesor de la corona española (título que se dio en su propio bautizo), Velázquez tuvo que retratarle en su dignidad real, utilizando la silla como sustitutivo de la mesa como símbolo, la corona sobre almohadón de terciopelo en la mesita de la derecha y el gran cortinaje rojo (todos símbolos de la realeza)Sin embargo, Velázquez no puede obviar el carácter enfermo del niño, acompañando su traje con muchos amuletos contra los distintos males.
Y aún más, como ocurría con sus bufones, Velázquez abandona la severidad de la etiqueta borgoñona para representar ese perrillo en la silla y se centra en la dulce niñez de Felipe Próspero.
Frente a ello hay todo el despliegue técnico de sus últimos años en la Corte, con una pincelada cada vez más suelta y una paleta clara en el centro y una abundancia (poco usual en el autor) de rojos y bermellones en mobiliario, cortinajes y alfombra.Hay, ya por último, un juego espacial no habitual en sus retratos y que anuncia operaciones que luego desarrollará en la Meninas, especialmente en la zona derecha en donde se crean varios ámbitos de luz y sombra que terminan en una puerta.
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