La ciudad, tras haberse rebelado y pasado al lado calvinista, fue reconquistada por España en 1586 (y controlada por los archiduques Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, y su primo y esposo Alberto de Austria), convirtiéndose en un pujante centro comercial con especial interés por las obras de arte, realizadas para la exportación.
La pintora lo es casi en exclusiva de bodegones, el género menos prestigioso en el mundo barroco y entendido con un objeto decorativo para las élites en sus palacios. (Acaso precisamente se ocupa de ellos, pues como mujer no podía practicar los grandes géneros).
Sus obras toman cosas de diferentes escuelas, pues si el gusto por las naturalezas muertas y sus tactilidades es flamenco, el interés por los objetos metálicos recuerda más a Holanda y la organización (bastante simétrica, con escasas diagonales) a la escuela española
Casi como una verdadera firma, Peeters se autorretrata sin cesar en los reflejos de sus objetos metálicos, tal vez como una forma de reconocimiento
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