Como ya veíamos aquí, el oratorio de principio del XIV fue pintado a principio del XV por dos hermanos, Lorenzo y Jacopo Salimbeni de San Severino Marche.
Si en los frescos de San Juan prevalecía el carácter narrativo y la elegancia formal tanto cromática como en su dibujo suave, en el gran altar de la crucifixión cambian las prioridades.
Nos encontramos entonces con su estilo más expresivo en donde el dibujo no aporta belleza sino expresión y dolor de aquellos que son partícipes de la crucifixión.
El mundo se llena de gritos y tensión y hasta los pequeños niños pelean mientras la Magdalena ruge arrancándose sus cabellos, la Virgen cae desmayada, los ángeles lloran mientras recogen su sangre y otros, llevan las almas a la salvación o la perdición en el buen y el mal ladrón.
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