El espejo que titula el cuadro tiene una curiosa historia.
El marco, que provenía de una iglesia, guardaba en su interior un cartón sobre el que se anotaban los nombres de los fallecidos. Fue adquirido por un anticuario para enmarcar un espejo que regalaría a su joven hija, pese a que el vendedor le previno sobre la fatalidad de reflejarse en él. Efectivamente, la joven moriría repentinamente al poco tiempo.
Solana recrea la leyenda en clave simbolista, jugando con la novia viva que luego se viste de muerte y en su arcón nupcial saca esqueleto.
Dos curiosas manos (que el artista conservó en una escultura de escayola) juntan ambos mundos.
GUTIÉRREZ SOLANA. FOTOGALERÍA ENLAZADA
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