Tiziano ya había retratado a Paulo III unos meses antes en Ferrara, y ahora acepta una invitación del pontífice al Vaticano en donde podrá contemplar a sus anchas a Rafael y Miguel Ángel (especialmente su Juicio Final) y conseguir numerosos encargos.
Esta obra es de este momento y es toda una reflexión sobre el poder y la familia, representando al Papa junto a sus dos sobrinos, Alejandro (cardenal) y Octavio.
La actitud de ambos es bien distinta. Mientras Octavio aparece obsequioso, tal vez demasiado adulador, Alejandro aparece más sobrio pero vigilante, escondiendo su ansias de poder mientras aprieta el respaldo del solio pontificio. Toda escena cortesana de adulación y maniobras en la sombra que caracteriza el Papado de esta época que, pese a la edad, Pulo III controla con su brazo de hierro y astucia (aunque el reloj de arena de la mesa le advierte de su cercana caducidad)
La obra es toda una sinfonía de rojos y escarlatas que toma el ejemplo de la obra de Rafael del papa León y sus sobrinos y lo reconvierte en tactilidad gracias a su pincelada.
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