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martes, 11 de junio de 2013

EL PALACIO DE CRISTAL DE MADRID. Velázquez Bosco


En un ciudad llena de edificios bellos como es Madrid, es éste mi favorito, una de las más exquisitas realizaciones decimonónicas de la capital.

Construido en 1887 estaba destinado como invernadero para la flora tropical en la exposición dedicada a las islas Filipinas, aún posesión española.

Se asienta en una gran hondonada de lo que fuera la Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, volada por los franceses durante la Guerra de Independencia para evitar la competencia con Sevres.

Aprovechando el terreno ante él se creó un pequeño lago en donde sobreviven desde entonces varios cipreses de los pantanos.

La edificación es un perfecto ejemplo del eclecticismo de la época (y del propio autor, Velázquez Bosco,  al que ya analizamos a propósito del cercano Palacio de Velázquez)

Con planta de cruz griega (con ciertos recuerdos de la gran arquitectura de Villanueva, en el también cercano Real Observatorio) su acceso se realiza por medio de un clásico doble pórtico exástilo de columnas jónicas.
A su exterior, será el ladrillo y la cerámica (diseñada por Zuluoga) que nos traen recuerdos del neomudéjar más meridional, como el de Anibal González y su Plaza de España en Sevilla.

Sin embargo, el mayor logro de todo el edificio es su estructura de hierro y cristal, probablemente la más lograda de nuestro país, íntimamente emparentado con otros pabellones (como el de Paxton en Londres o las Halles de Baltard en París) que utilizaba elementos prefabricados que se montaban directamente en la obra por medio de largas filas de remaches.

Con unos cálculos realizados por Alberto de Palacios (que utilizó ciertas formas góticas en su alzado), la estructura se alza ingrávida hacia el cielo apoyada en pilares embutidos en las paredes y esbeltas columnas que juegan a mezclar los capitales jónicos con otros que están anticipando ciertos modernismo vieneses.



La estructura se cubre con bóvedas de cañón en las naves y otra de paños en el centro (bajo ella se encontraba un gran pilón para las plantas acuáticas)

A través de todas estas técnicas, Velázquez Bosco consiguió crear un espectacular espacio diáfano que en la actualidad se utiliza para grandes montajes artísticos (dependiente del Reina Sofía).

Un lugar mágico que gracias a su cristal consigue fundir interior y exterior, apropiándose del entorno que entra en el interior y lo llena de otoño o primavera gracias a las arboledas que le rodean.



La experiencia cambia así según el humor del cielo y las estaciones, encerrando al espectador en una caja de luz, espacio y naturaleza que pocas veces es accesible

2 comentarios:

  1. Magnífica información y estupendas fotografías para ilustrar uno de los edificios más genuinos y representante de la Arquitectura del hierro y cristal. Aprovecho para desearte un buen verano, Vicente, ahora que el curso languidece y vamos dando carpetazo a todo. Abrazos.

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  2. Igualmente, Paco. Pasa un buen verano; sabes que te necesitamos

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