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miércoles, 26 de febrero de 2014

LA AZAROSA VIDA DE ALONSO CANO























Como las ánimas del purgatorio; así fue gran parte de la vida de Alonso Cano, nacido y criado en Granada, hijo de un entallador , pasó pronto a Sevilla.
Su interés fue entrar en el taller del gran pintor (y conseguidor) andaluz del momento: Pacheco. Allí debió coincidir con un Velázquez que terminaba su aprendizaje y con Martínez Montañés, imaginero al que Pacheco realizaba las policromías de sus obras.
Ya en esta primera época tuvo pleitos con Zurbarán (al que acusó de no haber pasado el preceptivo examen gremial para trabajar como pintor) y, acaso, un oscuro duelo que le hizo poner tierra de por medio.
Llegó así a Madrid bajo el amparo del gran mecenas andaluz, el Conde Duque de Olivares.
De nuevo se encontró con Velázquez, quedando en un segundo plano. No debieron ser muy buenas las relaciones entre ambos (de hecho encargó obras a otros artistas andaluces, como Zurbarán para el Buen Retiro), tal vez por la reserva de Velázquez (posiblemente altanera) y el carácter difícil del granadino ("impaciente y mal sufrido", como escribe Palomino).
En 1643 cae su valedor, el Conde Duque, y en 1644 sucede la tragedia. Su segunda mujer, María Magdalena, es asesinada en su cama de 15 puñaladas.
Se le acusa a Cano del asesinato e incluso es sometido a tortura, aunque termina poniéndole en libertad como inocente.
A raíz del suceso Cano viaja a Valencia en donde permanece un año. Desde allí regresa a Madrid y más tarde en Granada en donde vuelve a tener un pleito con el propio cabildo de la catedral.
Tal vez ayudado por el propio Felipe IV, consigue una plaza en la catedral de Málaga en donde vivirá hasta su muerte, como pobre de solemnidad, como dijera en su testamento:

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