Se trata, junto al Cristo de doña Sancha que ya analizamos aquí, en la mejor talla de un Cristo en Majestad que recoge la iconografía bizantina de Cristo de cuatro clavos, de larga vestidura de pliegues paralelos y ojos abiertos, pues no se trata de un Cristo muerto, sino por el contrario, vencedor de la muerte y, por tanto, cercano a la significación del pantocrator.
Sus rasgos son los típicos del románico (hieratismo, frontalidad, simetría, antinaturalismo como el propio tamaño de los brazos, tendencia a la geometría...)
Su pequeño giro de cabeza y su mirada baja ha hecho pensar a los especialistas sobre su situación junto al altar, sobre alta peana, que domina así a los fieles (aunque también pudo ser utilizado en procesiones o, incluso, colocado en la parte alta de la iglesia sobre una viga, como se nos muestran algunos descendimientos catalanes).
Se sitúa a finales del XII, pincipios del XIII, siendo una clara derivación de los Santos Voltos italianos (Lucca, San Sepolcro) cuya iconografía sería conocida a través de los soldados pisanos que ayudaron a Ramón Berenguer III en su conquista de Baleares
Santo Volto de San Sepolcro (Italia)