"presa de intensa fiebre y de las llamas del taller, azotando un vendaval de lluvia el molde y el horno, cuajado el bronce por súbito enfriamiento, asustados y despavoridos los presentes, reanimando el semimoribundo escultor el fuego con troncos de leña y mejorando el metal en fusión con toda su vajilla de estaño y, como dice Marco, entre la fiebre, el delirio, el incendio y el vendaval que arrecian en aquella tremenda noche de locura artística de un genio, se oye un trueno formidable, a la vez que deslumbra la escena un relámpago cegador, verdadero fiat lux de aquel génesis de una estatua, y ese milagro de la voluntad crea un prodigio de alta inspiración… Perseo quedó hecho”.
Realmente uno no sabe si Cellini fue mejor escultor o autopropagandista, tal y como puede verse en este fragmento de su Autobiografía en donde nos narra, con caracteres verdaderamente prerrománticos, la fundición de esta escultura que ahora se sitúa en la Loggia dei Lanzi, junto a las obras de Giambolognia o Donatello.
Nos presenta al héroe clásico, hijo de Danae, en su principal hazaña, la derrota de Medusa, a la que corta la cabeza. Muy posiblemente, una alegoría al nuevo gobierno de Cosme de Médicis, que extirpa el mal y la inseguridad de la ciudad de Florencia.
Estéticamente, Cellini lleva al refinamiento más extremo (tan típicamente manierista) la anatomía humana, musculosa al modo miguelangelesco y a la vez repujada y minuciosa al mdo de una joya, como buen orfebre que era. (Toda la escultura está llena de mil detalles como el pelo ensortijado, la sangre, los relieves del basamento, la espada, las serpientes de Medusa ... que muestran el refinamiento material al que es capaz de llegar; la famosa dimostracione del oficio que, según Shearman , es uno de los rasgos del manierismo frío).
Resultan también sumamente refinados los distintos perfiles que nos muestra la escultura, emparentados con obras de Giambolonia como el Mercurio que ya vimos aquí.
Evidentemente, la escultura estaba pensada como una verdadera "competición" con otra de un tema similar (Judith y Holofernes de Donatello), cuya comparación nos puede dar las claves de la evolución de la escultura florentina en un siglo.
Así, mientras Donatello desarrolla la forma cerrada e introspectiva, puramente romana; Cellini juega a un ritmo expansivo, casi musical, con el danzarín contraposto de sus piernas y un realismo en los rostros que ya se están alejando de la idealización anterior.
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