jueves, 12 de diciembre de 2013

DONATELLO. JUDITH Y HOLOFERNES


Casi setenta años tenía el maestro cuando ideó esta escultura, verdaderamente fascinante, tanto en lo formal como en lo iconográfico.

El tema (que volverá a ser tratado por Caravaggio o Artemisa Gentileschi), se deriva, como ya sucedía en el David de Donatello, en el Antiguo Testamento.

Dominados los judíos por  los asirios, Judith, una joven viuda israelita se convierte en una verdadera heroína de su pueblo, al engatusar con su belleza  a Holofernes  (jefe de los asirios) que la termina por invitar a cenar. En la comida, Judit hace beber desmesuradamente a Holofernes para, en los postres, abalanzarse sobre él y de dos certeros tajos de su espada, cortarle la cabeza.

Consigue así la liberación de su pueblo y se convierte en una verdadera metáfora de la libertad contra la opresión.
Técnicamente se trata de una obra de bronce fundido hecho en numerosas placas luego unidas y posteriormente dorada.
De claro carácter ascensional, el espectador recorrerá la estatua desde la espada y cara de Judith hacia el cuello, ya destrozado por el primer golpe, de Holofernes que yace desmadejado a sus pies que salen del propio espacio de la escultura llevándonos la vista hacia el cojín y el elaborado basamento repleto de bajorelieves de gran clasicismo

Se crea así  una idea de narración verdaderamente moderna que heredarán artistas posteriores.
Otra novedad de la escultura es su ruptura con la tradición clásica de la frontalidad estricta (como aún sucede en una obra de juventud como su David). Heredada del mundo clásico, Donatello se atreve a romper el punto de vista único y obligar al espectador a girar en torno a la estatua que se oculta y desvela  según nuestro giro (esta lección será fundamental para autores posteriores, pero especialmente para Bernini)



El trabajo de los paños de Judith es de una delicadeza extrema (igual que su rostro impávido y bello, casi como una Venus), que contrasta con la cabellera y el rostro grotesco y desencajado (de nuevo una oposición de contrarios que heredará Bernini).

El gesto de poder de Judith, enarbolando la espada en alto, se reafirma (de una forma más escondida) con otro gesto, al ponerse en pie sobre los genitales de Holofernes.


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