.El Gesú, del que ya hemos analizado el interior y la fachada de época manierista, emprende una fuerte campaña decorativa en el siglo XVII, íntimamente relacionada con el papel de la congregación dentro de la contrarreforma (y el nuevo papel asignado por la misma a la imagen como forma de didáctica emocional de los fieles)
Para ello encargaron a un pintor en ascenso (muy vinculado con Bernini) para que decorara al fresco su nave central y su cúpula.
Se trataba de Giovanni Bauttista Gaulli, más conocido como Baciccia, que contó con el asesoramiento constante del maestro.
Como ya analizamos aquí, se trata de una pintura decorativa con fuerte perspectiva de abajo a arriba (di sotto in sú) que pretende engañar a los sentidos (de hecho, algunas figuras no son pinturas, sino terracotas pintadas y la arquitectura es tan real como a veces falsa.
Su estilo deriva directamente de los modos de Correggio en el siglo XVI que Pietro da Cortona había modernizado en el presente siglo.
Como ellos, se utiliza la luz como principal unificador de toda la escena, con un gran foco luminoso en el lugar "más alto", precisamente el monograma con la que la compañía identificaba a Jesucristo (IHS) que desciende hacia el espectador que se encuentra en la nave.
Este foco se encuentra (a la manera de Correggio) rodeado de una gran corona de ángeles, mientras que según nos alejamos de él nos encontramos a los pecadores y a los ángeles caídos que se encuentran en profundo contraluz, significando que a ellos aún no ha llegado la gracia divina que nos lleva a la salvación (una idea que al parecer estaba inspirada en Miguel de Molinos, el quietismo, que propugnaba un misticismo absoluto en donde el hombre no podía hacer nada más que esperar la llegada de la Gracia con la mayor predisposición posible, aunque el posterior título, el Triunfo de la Fe, cambia el mensaje por completo).
Como gran aportación frente a los anteriores autores, Gaulli (siguiendo las ideas de Bernini) desbordó el marco arquitectónico y utilizó el yeso para que sus figuras del propio techo e invadieran sus laterales, profundizando en la idea barroca del espacio dinámico y la interacción de las artes para convertir la iglesia es un verdadero teatro del milagro
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