Este magnífico Cristo con la cruz a cuestas es el perfecto ejemplo de cómo supo unir Morales la alta cultura y la piedad popular, como ya analizamos aquí y aquí
Sabemos que el cuadro lo realizó para San Juan de Ribera, entonces arzobispo de Cáceres, y muy posiblemente fuera una interpretación sumamente particular de un cuadro que poseyera dicho comitente del propio de Sebastiano del Piombo (o acaso una buena copia).
Como el italiano, Morales busca profundizar en el hecho religioso desde unas claves muy personales, basándose en Piombo en la figura de tres cuartos y la ausencia de paisaje así como la influencia de una luz metalizada que llena de extrañeza la figura y la convierte en algo puramente espiritual
A eso le añade una visión torturada de la anatomía con los ojos cadavéricos, la terrible mano que agarra la Cruz cuyo dedo meñique se descoyunta literalmente del resto de la mano.
De esta manera, el espectador, según su conocimiento, vería cosas distintas en la misma obra, la ruptura de la norma en el más culto, pura piedad (tan conectada con la Devotio, como ya vimos aquí) en el popular, que encuentra una imagen expresiva en la que buscar su propias tragedias (algo perfecto para este San Juan de Ribera, que tan bien supo unir ambos mundo en pro del espíritu contrarreformista)
Para ver el sentido Manierista pero también profundamente expresivo solo haría falta compararla con otra obra que posee el Patriarca muy cercana en el tiempo el Cristo con la cruz a cuestas, atribuido a Juan de Juanes
Como ocurre con muchos de sus cuadros (especialmente los de devoción), este Cristo tuvo numerosas réplicas (de el porpio autor o seguidores), como demuestra las múltiples reinterpretaciones que nos encontramos de él
Iglesia de San Miguel y San Julián (Valladolid)
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