Junto a la Curación el paralítico (un cuadro con mucho más taller), este cuadro, recién restaurado se esconde celosamente en la Capilla sacramental de la Magdalena de Sevilla, siendo uno de los escasos restos del gran ciclo que pintó el artista para el convento dominico de San Pablo.
Su historia parte de un milagro sucedido en un pequeño pueblo italiano, Soriano, en donde fray Vicenzo de Catanzaro funda un pequeño monasterio dominico, apenas un puro cenobio.
Pero en 1320 sucede el milagro, un amanecer, cuando iba a encender las velas para el rezo de maitines, tres bellas damas se le acercan y le preguntan por las pinturas del monasterio.
Ante la respuesta del monje, que señala una tosca pintura del fundador, una de las mujeres desenrolla un lienzo en donde aparece Santo Domingo.
La noche siguiente una de las tres mujeres se le aparece en sueños al fraile y le desvela el enigma: se trataba de la Virgen María, acompañada por Santa Catalina y la Magdalena, ambas protectoras de la Orden.
La imagen se convierte muy pronto en verdadera reliquia venerada y hacedora de milagros.
La escena, con el típico tenebrismo de Zurbarán, resulta de una maestría incomparable, especialmente en su juego de contrastes (lumínico, cromático y fisionómico) entre el fraile dominico y la trinidad femenina que se mueve casi sin pisar los suelos, envuelta en los tonos rosados, azules y dorados, con unas figuras que nos recuerdan tanto a sus retratos a lo sagrado como a sus inmaculadas.
Resulta también interesante la importancia de la imagen dentro del cuadro (el cuadro dentro del cuadro del que tanto habló Gállego), un tema recurrente en Velázquez, Maino o Murillo, y que nos habla de la importancia de la imagen en la cultura e ideología barroca.
Pues ella, la imagen, es (se constituye) en el imaginario barroco como pura realidad, casi más auténtica que la propia realidad, convirtiéndose, más que en la plasmación del mundo, en un mundo independiente y con sus propias reglas (en las que el trampantojo tiene una importancia capital), tal y como demuestra el tratamiento de uno de sus temas más repetidos: la San Faz
Resulta también interesante la importancia de la imagen dentro del cuadro (el cuadro dentro del cuadro del que tanto habló Gállego), un tema recurrente en Velázquez, Maino o Murillo, y que nos habla de la importancia de la imagen en la cultura e ideología barroca.
Pues ella, la imagen, es (se constituye) en el imaginario barroco como pura realidad, casi más auténtica que la propia realidad, convirtiéndose, más que en la plasmación del mundo, en un mundo independiente y con sus propias reglas (en las que el trampantojo tiene una importancia capital), tal y como demuestra el tratamiento de uno de sus temas más repetidos: la San Faz
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