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miércoles, 30 de enero de 2019

ÁNIMA MUNDI. LUIS. Dos baladas de los Beatles y el mundo feliz de un baile agarrado

DALE AL PLAY Y DÉJATE VIVIR EN ESTA CANCIÓN


La eterna tristeza de las lentas de los Beatles, su olor a recuerdo antiguo en una casa desconocida mientras sonaba Michel y tú, por primera vez en tu vida, pasaste tu mano por la cintura de una chica.
La canción era eso, un tierna sensación de carne trémula por la que rodó tu mano haciéndote presente que los paraísos estaban tan cerca de ti que ahora los tenías en la palma sudorosa de la mano, mientras tus pies se movían sin saber cómo.

Había sido ella la que se había acercado a ti, el chico tímido que nunca se atrevía a nada y miraba pasar la tarde con una coca cola ya caliente que ella te cogió con una sonrisa y la dejó sobre la mesa mientras te tomaba la otra mano y te llevaba al centro de la habitación.
Sin más palabras que un venga, vamos, te arrastró con dulzura buscando un hueco y ella misma te tomó la mano y la llevó a su cintura mientras ella alzaba sus brazos y los enlazaba tras tu nuca.
¿Qué sentiste entonces?
Dime, Luis. ¿No te ocurría que el mundo se había cerrado y quedado reducido al pequeño espacio en el que os movíais?
Posiblemente solo podrías sentir aquella cintura y el calor de su piel trémula bajo la camisa blanca mientras un miedo atroz a lo desconocido se unía al de la canción terminase y todo acabase igual que había comenzado, con la misma inconsistencia que tienen los sueños.
Te dolía en las tripas, ¿no es cierto?
Esos miedos rondándote el cuerpo que...


Pero entonces sucedió el milagro y sus últimas notas de aquel bajo lleno de amor se fundieron con las primera batería de Something,  y en el paso de una a otra su cuerpo se esponjo en un largo suspiro.
¿Recuerdas?
La magia, en vez de desaparecer se hizo más intensa, y alguien apagó las luces.
Ocurrió esto y ella se acurrucó sobre tu pecho para que tú perdieras definitivamente los perfiles de la realidad, pues su pelo rizado buscó un lugar entre tu hombro y tú cuello, y sobre tu camisa se empezaron a estrellar las olas de su aliento.
El mundo daba vueltas en torno vuestro y vosotros tal vez estabais quietos mientras sentías sus pechos sobre tu pecho y un tacto hasta entonces desconocido te hizo comprender unos nuevos mundos amasados de arena y viento.
Era una poderosa ingravidez, un casual encuentro de aguas oscuras recluidas en el terciopelo.
Quizás sentiste eso, y su aliento, y la tela húmeda de tus manos que rozaba la curva de su espalda hasta que...

De pronto todo se esfumó al terminar la canción.
Amaneciste entonces con susto, casi asfixiado por las luces de repente encendidas.
Te separaste con un miedo atroz de vagabundo en un salón lujoso, y tal vez quisiste decirla algo pero ella ya se había ido, pues acaso nunca había estado. No como estuviste tu.
Solo un beso en la mejilla y un gracias que te dejó allí plantado como un árbol sin viento en las ramas.

Aquella misma semana fuiste a MF y te compraste el doble álbum de Love song de los Beatles, un disco que guardaste hasta el final, cuando apenas se oía tras el crepitar de los surcos machacados por el tiempo, aunque eso daba lo mismo, ¿no es cierto?
Era aquella mano en su cintura, el poder sedoso de su cuerpo, la primera vez que bailaste agarrado con una chica.
Se llamaba Mar, y luego, se volvería tu mejor amiga


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