En 1880, Rodin recibe el encargo de realizar una puerta para el Museo de Artes Decorativas de Francia que se inspirase en la Divina Comedia.
A partir, y durante casi tres décadas, el autor trabajó en ella, aunque la obra que observamos actualmente es un montaje realizado por Léonce Bénedite (aún en escayola, pues su paso a bronce sería bastante posterior)
La obra atravesó varias versiones (la primera aún muy cercana a las Puertas del Paraíso de Ghiberti) y varias de sus figuras más importantes o fueron retiradas de la obra final (El Beso) o les reelaboró posteriormente como obras autónomas (El Pensador, las Sombras).
El conjunto actual resulta un conjunto bastante poco homogéneo (debido a su evolución estilística) en donde se mezclan las influencias miguelangelescas (desproporción de las figuras, formas serpentinatas, non finito...) con otras fórmulas mucho más impresionistas (jugando con el material que aparece, casi fugitivamente, sobre el plano, sin delimitar claramente sus formas y siempre al albur de la luz que se proyecta sobre ella) y simbolistas, con una fuerte (aunque ambigua) tactilidad.
En cuanto al tema, además de la Divina Comedia (en concreto, su Infierno), se irán entremezclando inspiraciones tomadas de las Metamorfosis de Ovidio e, incluso, numerosas sugestiones tomadas de las Flores del Mal de Baudelaire.
Todo ello rompe una lectura conjunta lineal del conjunto, que funciona más como múltiples imágenes que se entrecruzan y se interrelacionan en una visión pesimista del hombre y de sus sentimientos suficientemente ambigua para que cada espectador recree sus propias Puertas
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