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domingo, 2 de febrero de 2020

PORTBOU. TUMBA Y MEMORIAL DE WALTER BENJAMIN


Hace ya algún tiempo hablábamos en este blog del Memorial del Exilio que nos obligaba a recordar las terribles consecuencias de la Guerra Civil Española.
Muy cerca de allí, en el propio Port Bou se encuentra otro recuerdo de la tragedia fascista (cuyo primer gran acto fue nuestra Guerra Civil), la tumba del gran filósofo alemán que intentando huir de los nazis (era judío y de izquierdas), cruzó la frontera española para encontrar la muerte en este lugar.
Su idea (como la de otros intelectuales alemanes) había sido pasar a España para, atravesándola, llegar a Portugal para tomar rumbo hacia EE UU.

Sale así desde Banyuls y recorre (en sentido contrario) el camino que siguieron los exiliados españoles de la guerra. Un camino dificultoso para un enfermo de corazón que le hace pararse cada diez minutos. Necesita más de dos días para completarlo.

Ya en Porbou, se presenta en la comisaria de la estación, pero no se admite su visado, advirtiéndole que será entregado a las autoridades francesas (de la Francia ocupada de Petain que, inmediatamente, le deportará a Alemania).
Se le deja bajo vigilancia policial, alojándolo en un hotel.
Benjamin, ya por completo derrumbado, se suicida tomando una fuerte dosis de morfina que llevaba consigo desde Marsella. Era el 26 de septiembre de 1940. 

El cementerio se encuentra fuera del casco urbano, en un promontorio sobre el mar. Bastante bien indicado su visita se encuentra llena de sensibilidades, con una tumba (en su segunda terraza) desde la que se domina el mar entre los cipreses y la propia raya de la frontera, llena de pequeñas piedras (una costumbre tan judía) junto al monumento.
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Junto a la entrada del camposanto se encuentra el memorial, realizado por Dani Karavan, una escalera que se hunde en el suelo y nos lleva a una terraza sobre el mar.

Una construcción perfecta para el gran amante de los pasajes que nos habla (e incita) al viaje en lo oscuro (hacia las profundidades o, tal vez, hacia nosotros mismos), guiados por la luz y el azul intenso del mar como esperanza que nos sirve de motor.

Un pasaje que, dado la vuelta, se convierte en algo terrible, obsesivo, claustrofóbico, tal y como fue el mundo en el que tuvo que vivir


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