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sábado, 11 de abril de 2020

Ti posso diventare...Desconocida

Nunca llegaré a conocer tu nombre. Posiblemente jamás te volveré a verte en esta ciudad monstruosa.

Quizás eso da lo mismo, pues lo importante era que tenías el pelo tan naranja y rojizo que destacaba en los propios asientos rojos del Vips en aquella mañana lluviosa de enero.

El pelo de un color encantado, cortado tan corto que dejabas ver las orejas con dos pendientes cada una. 



Desayunabas con alguien mayor que tú, tal vez tu madre, y apenas hablábais mientras los dos operarios de mantenimiento daban golpes al suelo, intentado ajustar la tarima flotante. 
Los ojos oscuros, con un ribete azul en el exterior de la pupila, y las manos largas y muy claras, con las uñas cortas, sin pintar, como si fueran la simple extensión de la sudadera gris que vestías como si fuera un traje de camuflaje para esconder la ... 


¡Por Dios!

 Los operarios comenzaron a saltar al unísono sobre una lama rebelde, cogidos de la cintura. 

La imagen casi parecía sacada de una película de cine mudo y tú, de repente, los miraste con asombro y luego resonó una carcajada por todo el local casi vacío. 

Una risa blanca y perfecta como esa fila de dientes que atravesó para luego mancharse tímidamente del carmín de tus labios y convertirse en algo musical y tierno que sabría (como diría Luis) a mermelada de melocotones. 

Fue esa risa, llena de reflejos cobrizos de tu pelo, el momento que recordaré, y no tu anterior mirada triste  ni la bella figura que descubriste al levantarte para ponerte el abrigo y salir del local. 

Todo eso se perdió enseguida, pues apenas tenía importancia, y solo quedó ese pedazo de risa como una raja, dulce y mojada, de  sandia en medio del invierno, mientras afuera llovía con frío.
?



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