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sábado, 14 de septiembre de 2024

Sonia, la cajera del supermercado. R

Sonia era cajera del supermercado y el uniforme de la cadena le sentaba muy bien a su figura de curvas perfectas, especialmente el pantalón.

Tenía el pelo castaño, la melena larga y lisa, y tenía varios piercing sugestivos, más sensuales que evidentes, con un tatuaje en tinta roja de una pequeña y serpenteante salamandra subiendo por la parte de atrás de su cuello. Era guapa, muy guapa.

Sonia. La cajera, a menudo aburrida de ofrecer una bolsa que nunca le aceptaban, pues tengo el carro fuera, atado con una cadenita, de repente se quedó sin aliento y acaso el alma le revoloteó por medio supermercado buscando un vino exquisito para su primera cena juntos.

No sabía aún su nombre y ya era consciente que, esta noche, dormirían juntos.

Pues él no era demasiado guapo, ni alto, ni joven. Un persona demasiado normal de las miles que pasan por las calles cada día y tienen una vida plana y sencilla, sin grandes esperanzas de nada.

Todo eso era cierto, pero Sonia, mirándole a los ojos, no le ofreció una bolsa sino su cuerpo entero como nunca nadie le había dado en su monotonía de hombre de mediana edad, pelo pobre y gafas sin diseño.


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