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lunes, 6 de enero de 2014

SOROLLA, ENTRE EL PINTORESQUISMO Y EL LUMINISMO


Al igual de otras grandes personalidades de entre siglos valencianas (pienso en Blasco Ibáñez o en Benlliure), la figura de Sorolla siempre ha sido sometida a críticas y, muy habitualmente, se la ha considerado un tanto provinciana en su pintoresquismo costumbrista.

Y no es que este rasgo no exista en la obra del pintor. 
Igual que lo más conocido de Blasco Ibáñez (Cañas y Barro o la Barraca), Sorolla es conocido sobre todo por las estampas valencianistas que reflejaban la vida provinciana de las élites conservadores (tanto de la capital como de la huerta) que a menudo se acerca a la pintura pompier francesa o italiana que triunfa en los salones internacionales
Posiblemente, parte de esta imagen se la debe precisamente a su mayor éxito, los paneles que realizó para la Hispanic Society of America sobre las distintas provincias de España.
Su tardorromanticismo busca crear verdaderos cliches (que se mantuvieron durante gran parte del XX) de lo hispano que coincidían con la idea (creada en el romanticismo) sobre España y su exotismo de país pobre pero alegre, lleno de color y alegría.

Pero no deberíamos olvidar que, junto a esta parte de su obra, existe un Sorolla perfectamente conocedor de Velázquez o Singer y al tanto de las novedades de la vanguardia (conoce de primera mano la pintura impresionista parisina).

Existe, además, una visión bastante crítica en alguno de sus cuadros (Y todavía dicen que el pescado es caro) y en general miserabilista en sus obras más tempranas (en cierta manera, conectadas con el espíritu del 98) que pronto abandonará.


Trata de blancas

Será entonces cuando Sorolla redescubrirá para la pintura su verdadera pasión: el mar y su influencia en las luz y el color.

Con la Malvarrosa como lugar mítico (su verdadera Arcadia) su pintura resplandecerá a fuerza de una larga pincelada (muy líquida) que se demora en la captación de los reflejos del color mediterráneo sobre las láminas de agua.

.

En todas estas obras alternarán los pilluelos que malvivían en el Cabañal con la burguesía provinciana que disfruta del sol, el viento y el agua.

Técnicamente, este será el Sorolla que más se acerque al mundo impresionista con:

sus fluidas pinceladas

las sombras azuladas y el uso de complementarios

 el gusto por las sombras y los pozos de luz, al modo de Renoir

ciertas composiciones de influencia fotográfica

 el abandono de los detalles en favor del ambiente


Incluso podemos ver en estas obras una visión postimpresionista (y a veces incluso simbolista) en el uso de un color sugestivo que va más allá de lo óptico.



Reforzado por la luz meridional, este color termina por representar algo más de lo puramente real y habla de estados de ánimo y sensaciones (como pretendía, cada uno de forma distinta, Van Gogh o Gauguin) que hablan de un culto (oculto pero presente) de las pasiones.





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