Acostumbrados a la magnificencia de los grandes Foros Imperiales, el visitante puede quedar un poco defraudado ante este lugar recóndito al que llegan tan pocos turistas.
Sin embargo, se equivocará si no le dedica un tiempo a verlo, pues se trata de uno de los lugares con más antigüedad de una ciudad ya de por sí antigua.
Cercano a la isla Tiberina, uno de los vados naturales del río, su ocupación se retrae a los primeros momentos de Roma, creándose un mercado de ganado (de los bueyes, de ahí su nombre) que pronto ocuparon comerciantes griegos (que mantuvieron su presencia durante siglos en la zona, tomando a Santa María de Cosmedin como su parroquia en donde existió una antigua ara de sacrificios a Hércules)
En torno a esta actividad comercial se erigió un templo a Hércules que, posteriormente, se denominará de Vesta, un espléndido tholos circular del II a C de orden corinto y exquisito mármol blanco (su techumbre responde a reformas posteriores para convertirlo en iglesia)
A su lado se encuentra otro templo dedicado a la Fortuna Viril o de Portuno, tetrástilo y períptero de la misma época republicana (de nuevo, las paredes entre columnas fue una reforma posterior)
Al otro lado de la calle encontramos el Arco de Jano que ya vimos aquí y, adosado a San Giordio in Velabro, la exquisita puerta de los argentari (plateros). Erigido en el siglo III, se trata de una puerta arquitrabada de una decoración exquisita que daba acceso al foro.
Si no recuerdo mal (que creo que no), este pequeño templo se encuentra frente a la iglesia de Santa Maria in Cosmedin, donde se encuentra la famosa Bocca della Verità. En el tiempo que viví en Roma siempre me llamó la atención este pequeño conjunto arquitectónico al que se accedía por la Via Circo Massimo y poco antes de cruzar el puente sobre la Isola Tiberina antes de llegar al Trastevere. Muy interesante y gracias por la entrada.
ResponderEliminarUn saludo desde Reinado de Carlos II
Si, Santa María in Cosmedin. Dentro de unos días le dedicaremos una entrada
EliminarEse rincón cerca del Tíber, y un tanto alejado del bullicio turístico de la ciudad, siempre me ha parecido uno de los sitios más agradables y encantadores de Roma, una ciudad a la que siempre estoy dispuesto a volver.
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