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jueves, 15 de mayo de 2014

Las esculturas del Parque Juan Carlos I. Berrocal



























Acaso sea ésta la escultura "más clásica" de todo el parque, siendo su autor el más conocido.
Nacido en los años 30, la obra del parque pertenece a su última etapa, sintética de las obras anteriores y volcada a la obra pública.


























Como en su obra anterior encontramos la típica tensión entre lo antropomórfico y lo abstracto.
 Antropomórfico al recordarnos un gran y voluptuoso desnudo femenino recostado; abstracto por el troceamiento de sus volúmenes que se convierten en elementos abstractos, regidos por complejos cálculos matemáticos.
Son sus habituales esculturas donde el interior se ha abierto hacia el espectador. Claro seguidor de los postulados que trabajaran Gargallo, Julio González o, especialmente, Moore, el vacío cobra tanta importancia como lo lleno, potenciándose esta sensación al despedazar las formas (desde presupuestos que arrancan en el cubismo), convirtiéndose en un verdadero puzzle que el espectador recompone (aunque desde unas formas más visuales, cercanas al cubismo sintético).


























Las formas, curvas y opulentas, hunden sus raíces en las obras de los grandes clásicos del XX (especialmente Matisse o Henry Moore) que, a su vez se inspiraron (especialmente el segundo) en las formas más antiguas de la sensualidad y la maternidad, las venus prehistóricas.


























Sobre su esencia el escultor gusta de complicar las formas hasta formar verdaderas madejas, acaso levemente humanas, profundamente orgánicas.


























Como ocurre con el resto de las esculturas del parque, es fundamental su inserción del paisaje. Colocada en una vaguada se puede rodear (en la lejanía), dando múltiples puntos de vista.


























La escultura se encuentra situada sobre grandes pilotes de hierro y "recostada" en una gran alfombra vegetal, al menos desde la lejanía, lo que crea un sugestivo efecto.


























Sin embargo, también podemos interactuar mejor con la escultura si bajamos hasta ella y penetramos bajo esa alfombra. Veremos entonces sus verdaderas dimensiones, cambiando por completo nuestra relación con ella, mucho más abstracta, masiva y dominante que la suave sensualidad que queríamos ver desde las alturas del entorno.

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