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miércoles, 22 de febrero de 2017

PACHECO. LA INMACULADA DE SAN LORENZO


Hoy queremos revisar uno de sus mejores cuadros (por lo menos a mi parecer) que ha regresado a su templo original (San Lorenzo, Sevilla)
Desde el punto de vista iconográfico el cuadro ofrece un gran interés.
Por una parte, representa perfectamente las ideas que defendiera ardorosamente como veedor de la ciudad y que terminarían por ser plasmadas en su famoso Arte de la Pintura.

Muy joven, casi una niña, con la mirada baja y los brazos unidos sobre el pecho presenta una silueta cerrada y estática, apoyándose en una afilada luna, recordando la idea de la mujer apocalíptica.
En su parte baja, además del magnífico paisaje, se encuentran las distintas letanías dedicadas a la Virgen (también presentes en los ángeles) que forman parte intrínseca del la iconografía y que ya analizamos aquí.

A este modelo (ya tradicional en su obra y que influirá directamente en sus discípulos, como Alonso Cano o Velázquez, y otros autores jóvenes, como Zurbarán), Pacheco introduce novedades significativas, especialmente la aparición de la Trinidad, con el Padre y el Hijo en la parte superior derecha, y la presencia de los ángeles, mientras se eliminan los donantes que aparecían en otras obras sobre el mismo tema del autor.

En el terreno pictórico, la obra es una de las escasas ocasiones en la que el pintor abandona su estilo leñoso (Pérez Sánchez) por un colorido muy más amplio y un modelado más suave y delicado.
Tanto la aparición de rosas y dorados como la factura menos seca se podría relacionar con la emergencia de nuevos pintores en Sevilla (especialmente Roelas), con el que guarda grandes afinidades estilísticas.

Pues no debemos de olvidar que esta obra fue realizada cuando el pintor ya tenía 60 años y Velázquez había salido hacia Madrid.
Inolvidable es su paisaje inferior (verdaderamente naturalista) en donde se nos contrapone el edén (derecha) a una vista del Guadalquivir con su Giralda y torres del Oro y la Plata, siguiendo los modos iniciados en la ciudad por Alejo Fernández en su Virgen de los Navegantes


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