lunes, 24 de marzo de 2014

EL GRECO. LA ASUNCIÓN


Si hubiera de elegir un solo cuadro del Greco, sin duda me quedaría con éste. Desde la primera vez que le vi me dejó fascinado, y aún hoy sigue siendo una de mis visitas obligadas de Toledo.
El tema es doble y nos muestra perfectamente la ambigüedad en la que se mueve el pintor en sus últimos años. Pues si la parte superior es la habitual Asunción (subida al cielo de María, rodeada de ángeles), la parte inferior, con todo su simbolismo, ya nos está hablando del tema de la Inmaculada.


Mientras la primera había sido habitual en el mundo renacentista (en las primeras versiones de la misma, el Greco toma como modelo la Asunta de Tiziano), la segunda es un modelo ya típicamente barroco (según Emile Mâle derivado de un grabado para los libros de las Horas franceses del XVI que la contrarreforma popularizó) de amplísima popularidad (PachecoZurbarán, Ribera, Velázquez, Cerezo, Claudio Coello, Palomino...), siendo España la abanderada del dogma (se llegaron a crear cofradías para su defensa hasta la muerte)

Los símbolos que adornan, casi como espectros, el paisaje inferior, no dejan lugar a dudas. Se trata de imágenes entresacadas de las letanías a la Virgen:  sol, luna, estrella, puerta del cielo, lirio entre espinas, espejo sin mancha, huerto cerrado, torre de marfil, pozo de aguas claras, fuente sin mácula...  (todas referentes a la virginidad y pureza de María)

Junto a estos símbolos la iconografía inmaculatista recoge dos temas más. Por una parte la de la nueva Eva, aquellla que viene a borrar el pecado original de la primera mujer, que se representará a través de la aparición de la serpiente que tentó a los primeros padres y que, en las obras posteriores, aparecerá siendo pisada por la Virgen.

La tercera fuente iconográfica es el Apocalipsis, en concreto la mujer apocalíptica que interviene en la gran lucha y es la antítesis de la Gran Puta de Babilonia. Su representación gráfica será la de una luna en fase decreciente.

Si tenéis tiempo, es fascinante ir buscando todos estos símbolos en la parte inferior del cuadro en un ambiente tormentoso (¿apocalíptico?) en donde Toledo (como nueva Roma) vuelve a aparecer en los fondos, una idea recurrente en estos últimos años (Laoconte, Vista de Toledo, Vista y Plano de Toledo, imágenes de Santos...)

Compositivamente, el cuadro es todo un tour de force manierista. Desde el ramo de rosas (sin espinas) y azucenas, una verdadera línea serpentinata nos eleva por el ángel central que nos conduce la la Virgen y los ángeles músico para volver a cambiar de dirección y terminar en el gran embudo celestial del centro.

De esta forma consigue un dinamismo y sensación de ascensión vertiginosa, impulsada hacia arriba por el ángel central y fomentada por el gran agujero (de luz) de la apertura de gloria, que realmente absorbe la figura de la Virgen.
(Puede compararse esta forma con sus orígenes florentinos manieristas, como el rapto de las Sabinas de Giambolonia que ya analizamos aquí)




Mucho menos manierista y cercano a la estética barroca es la unión de los planos humano y celestial que se desarrolla de una forma unificada (aunque existan verdaderamente dos puntos de vista), mucho más "realista" de las fórmulas anteriores (no hace falta más que comparar esta imagen con el famoso entierro del Conde Orgaz).
De la misma manera se rompe la tradicional simetría (Conde Orgaz, Expolio) para crear un espacio contrapesado en formas y direcciones (la misma línea en zigzag, el gran ángel central contrapesado por el grupo más pequeño de la izquierda que, a su vez, se vuelven a referir - en mayor grado, como un eco amplificado - en los ángeles músicos de arriba a la derecha)

Sobre este esquema, el Greco desarrolla hasta sus límites su idea del color (que ya analizamos aquí) y las formas desproporcionadamente alargadas para crear una imagen mucho más allá de la razón.



Como hablábamos a propósito de los Apostolados, la realidad se convierte en golpes de luz y color (casi un verdadero cuadro abstracto, como vieron Munch o Pollock) que hace que la escena trascienda de la pura realidad y se convierta en un remolinos de emociones conectado con las ideas místicas de índice para que el alma consiga elevarse hacia Dios sin necesidad de "pensar" en Dios, tan sólo sintiendo sus efectos

El cuadro fue originalmente encargado al pintor genovés Alejandro Semino por el Ayuntamiento de Toledo para decorar el retablo de la Capilla Oballe en la iglesia toledana de San Vicente. A la muerte de éste sin haber realizado nada el encargo se le hizo al Greco por 1.200 ducados, que incumplió (como era habitual en él) todos los plazos (desde 1607 a 1612).


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