El siglo XIX y todos sus cambios económicos, políticos y sociales cambió por completo los sistemas de mecenazgo y comitentes.
Ya desde tiempos napoléonicos se crearon los famosos Salones que tanta influencia tendrán en el arte.
En ellos se intentaba mostrar el arte oficial (pagado por el estado burgués) que muy pronto empezó a caer en formas retóricas y con escasas innovaciones frente a la pintura de calidad (esta dicotomía entre arte oficial y experimental será una constante tanto en el XIX como en el XX)
Muchos de estos pintores (desde Gericault a Courbet, Manet o los Impresionistas) vieron una y otra vez rechazadas sus mejores obras por lo que tenían de rompedoras (tanto en lo técnico como en los temas).
Daumier. La revuelta
La situación llegó a ser tan espectacular que se terminó por crear el Salón de los Rechazados en donde exponían estas obras que causaban un enorme revuelo en la sociedad burguesa (véase algunos casos paradigmáticos como el Sueño de Courbet, o el Almuerzo en la Hierba o la Olimpia, ambos de Manet).
Se estaban rompiendo de una forma acelerada el sistema tradicional del comercio del arte, acercándose a los modelos capitalistas que habían surgido en la Holanda del XVII.
La extensión de la educación había hecho que hubiera un público cada vez mayor interesado por la obra de arte (y con posibilidades de comprar), mientras que la crisis de la monarquía y la Iglesia acababan con los tradicionales mecenas.
Se fue pasando así de un arte encargado por la élite a otro que entraba directamente en el mercado (a través de las galerías de arte y marchantes, que funcionan como intermediarios entre artistas y compradores), siendo consumido por la clase emergente del momento: la burguesía.
Apareció, además la figura del crítico de arte (Baudelaire), encargado de mediar entre público y artistas, guiando las compras y explicando los valores de las nuevas obras de arte.
Los artistas, por su parte, se hicieron cada vez más conscientes de su papel intelectual, y ya no se limitan al encargo (típico del arte oficial), sino que buscan la libertad para poder expresar sus sentimientos y visiones de la realidad. Ya desde el romanticismo su actitud comenzó a volverse crítica (Gericault y su Balsa de la Medusa, Libertad guiando al pueblo de Delacroix) y, ya en tiempos realista, fuertemente politizada (Courbet), fustigando al sistema pero también a sus comportamientos sociales hipócritas (Manet)
Unido a esto, el progresivo desarrollo del arte (especialmente en el último tercio del siglo), que cada vez derivó a formas cada vez menos realistas y con menor narración (a las que estaba acostumbrado el público) hizo que muchos artistas no fueran comprendidos (Van Gogh es el caso por excelencia, pero no el único), iniciando el camino hacia la bohemia (el artista ni se siente comprendido en sus mensajes ni vende sus cuadros, separándose de la sociedad ya sea a través del viaje, Gauguin, de replegarse sobre sí mismo, Cezanne, de la vida de cabaret y bajos fondos, Lautrec, o de la propia locura, Van Gogh).
Un curioso marchante y vendedor de telas y pinturas que apoyó decisivamente a Van Gogh
Como una forma de resistencia (y ante la desaparición de los talleres tradicionales), los artistas se unirán en grupos con intereses semejantes (aparecerán los ismos) en los que aparecerán también escritores y pensadores
En la arquitectura también funcionaron de forma paralela dos corrientes, la oficial que recogió la historia para reelaborar la arquitecturas (los neos) frente a otra más experimental (hierro y cristal y primeros rascacielos) que sufrió duras críticas. Ambas se terminarán fundiendo en el modernismo
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