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domingo, 30 de junio de 2024

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Aviadores con el corazón herido (2)

DÉJATE LLEVAR POR LA MÚSICA QUE SONÓ PRECISAMENTE ESA NOCHE EN EL PENTA


 
Mirando quedo esperando
aún anticipando amor
nunca dudando
para convertirnos en los predestinados,
entrando y retornando
a algún lugar para esconder,
mirando en cámara lenta
como tú te volteas y me dices:

quítame la respiración
¡Déjame sin aliento!

Igual que me dejaste aquella noche de vino y rosas, Luis, acaso la mejor que tuvimos juntos, cuando volvimos por tercera vez o me hiciste volver o, tal vez, sólo me diste la excusa que necesitaba para regresar al más bello sueño que jamás tendré.

Te recuerdo que fuiste tú, Sabrina, la que, tras la fortuna del encuentro, te empeñaste a jugar con fuego hasta que ardimos por completo, desintegrados por las luces del Penta.


Unos chiquillos que de pronto habían crecido pero al verte el tiempo se paró primero y luego volvió hacia atrás. Ay, cariño, no he podido olvidar tu forma dulce de mirar.

Yo tampoco el verde de tus ojos.

Ni el tacto eléctrico de sus pieles cuando se rozaban por descuido en aquella noche que los volvió a unir.

Aunque yo me intenté resistir. Me daba mucho miedo volver a sufrir.

Ya lo sé, Luis. Yo quería besarte desde el primer momento y, a la vez, marcharme corriendo.

Pero yo conseguí mantenerlos juntos a base de canciones. Les martiricé con recuerdos que les fueron robando la voluntad hasta que sonó esta canción y, como una moneda con dos caras, zanjó definitivamente su futuro.
Ella le ofreció el pozo de sus labios y él no pudo dejar de beber en él, pues era, siempre lo había sido, su fuente de la eterna juventud, y ambos tendrían 16 años cuando se miraban así de cerca y suave, incapaces de saber ya que alrededor de ellos había todo un mundo lleno de gritos que ellos no escuchaban.
Nada más existía, sólo una paz que les llenó las bocas con el aliento del otro mientras hablaban las lenguas con su particular alfabeto que habían ido descubriendo durante tantas tardes besándose, aquí, en el Penta, como un suave sueño que a mi y la hermana de Sabrina nos gustaba mirar como si viéramos en ellos nuestro propio pasado.


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