sábado, 24 de febrero de 2024

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Aviadores con el corazón herido (1)


La película realmente no era mala sino simplemente tramposa, y por eso fascinó a mi adolescencia. Amor y épica. Qué más se puede pedir a esa edad.
¿Quizás una actriz de pelo rubio y radiantes ojos claros como tú, Sabrina?
¿O un piloto al que en el fondo le gustaría llegar a ser un verdadero jedai? ¿alguien que pese a su careta de hombre duro era un niño huérfano que espera ser salvado?
Todo era algo demasiado parecido a nosotros para poder pasar desapercibido, y el destino quiso, incluso, que repiriéramos su final aquel principio del verano, cuando nos reencontramos ¿por casualidad?

Yo aquel invierno la había llorado noches enteras en una cinta de video que ya tenía interferencias de tanto verla, al principio entera, luego pasando a velocidad rápida los aviones para solo quedarme con su historia de amores contrarisdos hasta no serlos y quedarme fascinado por la rabia azul de los ojos de...., mientras pensaba en ti, cada día más hasta aquella noche en la que nos volvimos a encontrar.
Eras, entonces, más bella aún que en los recuerdos que me perseguían desde hace meses y tenias la forma precisa de aquella canción de Berlín.
Cómo en ella, al verte, me dejaste sin aliento y un viento misterioso movió tu pelo. Lo tenias más corto y rizado y solo te habría faltado el carmín rojo en tus labios para ser la instructora de vuelo que me enseñará a volver a despegar de las memorias que me habitaban.
-¿Quieres otra copa?
No, quiero lo imposible.
-¿Licor 43 con lima?
Preferiría que me besaras o, si no es posible, me matarás ahora mismo marchándote, pensaba mientras me asomaba a tus ojos maquillados de una tristeza de brillos misteriosos. (¿Acaso por eso fuiste al baño un rato después de volvernos a encontrar?)
-Ahora mismo vengo. No te escapes - me dijiste, y yo lo habría hecho de no haber comenzado a sonar esta canción como si Manuel supiese que, pese a todas las mascaras que nos quisiéramos poner, éramos simplemente dos aviadores con el corazón herido. Dos

¿Cómo voy a poder sobrevivir a todo esto?, me dije bajo el ritmo hipnótico de los sintetizadores que se llenaba de flores cuando tú te volvías, nerviosa, y me bañabas con el verde de tu mirada.
Nunca conseguiré ser el piloto que siempre quise ser desde que te conocí, sentía en mi interior, pero cuando tú regresaste con las copas aún quedaba el recuerdo de la canción y me dijiste:
-Te parecerá una tontería, pero cada vez que veía esta película pensaba en ti.
Y tus ojos, entonces, quedaron vacíos y una nube oscura resbaló por el lirio blanco de tu frente.
Te quedaste callada pero yo no era Lorca y simplemente te acompañé en el silencio esperando un milagro que solo sucedió cuando seguiste la conversación después de la larga pausa y dijiste las palabras muy seguidas, como si en verdad las hubieras tenido dentro de ti desde hace mucho tiempo y solo ahora hubieran encontrado el camino de salida
-Por mucho que lo niegue siempre he estado enamorada de ti...
Y volviste a parar como si tuvieras grumos dentro. Suspiraste. Bebiste algo y, al fin,
-... todavía hoy.
Y entonces volvió a sonar aquella canción con sabor azul profundo, o tal vez fue solo en mi cabeza, quien sabe.
Lo único cierto es que tu bajaste los ojos y yo escondí también los míos mientras, recordando la película, decía:
-Esto va a ser complicado.

Tan maravillosamente complejo...




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