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miércoles, 12 de febrero de 2020

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Por qué tuve que odiar a U2


DALE AL PLAY Y TE LO EXPLICO




Cuánto me pudo gustar este grupo hasta que tú me hiciste odiarlo.
Qué energía las de sus guitarras hasta que tú las volviste putrefactas


Cuando lo conocí, casi al mismo tiempo, te conocí a ti y creí (qué ingenuo) que los dos buscabais un mundo mejor basado en pedir lo imposible. 
Cuánto me equivoqué

Tú eras la esperanza de la Fuerza frente al reverso tenebroso y te terminaste por convertir en un Darth Vader ridículo y aparatoso de segunda división cuando al final llegaste al poder y lo utilizaste haciendo todo lo que habías criticado. 
Cuando eso paso yo ya no estaba allí (tuve esa fortuna) , pero lo conozco todo perfectamente a través de Lucas. 
Conozco todas las miserias que tuvo que ir arrastrando por el simple hecho de ser una persona integra que no quiso bailarte el agua y puso siempre a sus alumnos por encima de cualquier otra cosa. 
Supe de todas las sucesivas humillaciones a la que sometiste a uno de tus mejores profesores que después del horario draconiano del centro aún le quedaban fuerzas para dar seminarios gratuitos de arte para aquellos alumnos que necesitaban algo más o llevarlos de excursión en su propio fin de semana mientras tú te lucrabas con esas mismas salidas. 

Por eso y tantas otras cosas más, odio esta canción, porque me recuerda demasiado a ti y a todas las indignidades que cometiste con mi amigo hasta que le hundiste en una profunda depresión de la que nos costó años sacarle. 
Pues lo vendiste todo, y ni siquiera fue por 30 monedas, sino por tu propio ego que quería sentirte poderoso y (¡las paradojas de la vida!) cada vez era más mísero según te ibas haciendo pequeño y mezquino, y amenazabas, manipulabas, creyendo razón de estado lo que simplemente era la cifra de tu cuenta corriente que iba creciendo según menguaba tu crédito y te ibas convirtiendo en otra persona que jugaba a indios y vaqueros despidiendo el último día de clase a quien no te sonreía lo suficiente y mantenías a zánganos por el hecho de ser ¿amigos? 
Maldita seas.

Tú qué criticabas sin piedad a los antiguos dueños hasta que heredaste su despacho forrado de maderas olorosas que aún volviste más oscuras en tu metamorfosis a gran empresario, e intentaste borrar las huellas de tu antigua época de disidente destrozando en lo más íntimo a los que lo habían conocido como Lucas. 
Maldito m...
Pero no. No, mejor no calificarte.

Eso lo hizo mucho mejor Lucas en estas historias que pasan de Kafka a Mendoza, evolucionando desde el Otoño del patriarca a Gurb, de Mortadelo y Filemón a los Tiranos de las Banderas. 



AQUELLAS PRADERAS AZULES. 

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