miércoles, 11 de diciembre de 2019

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Que la Fuerza te acompañe


DALE AL PLAY Y ENTRA EN LOS TERRITORIOS DE LA FUERZA QUE MARCARON MI VIDA


Yo tenia solo 10 años y al salir del Real Cinema no noté ni siquiera el frío del otoño desapacible, aturdido aún por el poderío de los destructores imperiales, la figura magnética de Dart Vader y el brillo fosforescente de los disparos láser atravesando la oscuridad del espacio con su sonido de metales crujidos.
Fue algo verdaderamente asombroso. Un Sandokán (o un Corsario Negro) lleno de naves espaciales en medio de una épica sideral y espadachines enfrentados en una lucha eterna con sus espadas de luz entre las sombras del delirio tecnológico de una Estrella de la Muerte que explotaría en medio de los aplausos del publico, ante mis ojos impávidos.

Fue todo eso, sí, pero sobre todo la Fuerza, esa misteriosa energía que mantiene unido al universo.

Muchísimos años después comprendería que estaba inspirada en el budismo y otras tantas religiones orientales, pero entonces solo me pareció una pura metáfora que tanto tenía que ver con lo que a mí me faltaba: autoconfianza, perseverancia y valentía.

A través suyo un ser tan inconsistente como Luke podía convertirse en un héroe y enamorar a una princesa que no actuaba como tal, viviendo aventuras aún más fantásticas que las de Miguel Strogoff, uno de mis más queridos héroes infantiles.
Cómo no sentirse fascinado.

Era realmente imposible, y desde entonces, en vez de imaginarme en mis juegos más secretos el correo del zar, fui para siempre un joven aprendiz de jedai que en las clases de kárate empezó a vislumbrar algunas cosas oscuras pero ciertas que en el fondo no tenían otra base que la voluntad y la confianza en uno mismo, y empecé a entender los entrenamientos en su auténtica realidad: el esfuerzo y la disciplina te hacen mejor. Fue una lección que no olvidé


Un poco más adelante aprendí que, si quieres ser un buen jedai, debes enfrentarte con tus propios miedos, pues son tu único y verdadero enemigo. Para mí estos no tenía forma de Dart Vader, sino que se llamaban timidez y miedo al ridículo, y como pude me enfrenté a ellos aunque muy probablemente errando el camino .
Otras veces, sin embargo lo hice bien y conseguí incluso a mi princesa Leía en el rostro luminoso de Sabrina cuando me decidí a ir a la cita que ella misma me concertó en las piedras del Fumadero, unos días antes que, entre nuestras manos entrelazadas comenzará a sonar Mecano.
Entonces si que me sentí un jedai, en realidad lo fui siempre en cada una de las veces que estuve con contigo, jugando a menudo en nuestras interminables conversaciones con frases y referencias constantes a la película que también tu idolatrabas aunque acaso por otros motivos que pasaban de los peluches de los iwork al ambiguo canalla de Han Solo y su
- Lo sé - contestabas con aquella mirada de agua clara que a mi me derretía hasta que un día, oscuro, entré en el reverso tenebroso y, sin de verdad quererlo pero sin para de hacerlo, te hice tanto daño como el que yo tenía dentro.
Fue una horrible excursión por los infiernos que calcinaron nuestro amor hasta convertir el mundo en cenizas y cuerpos muertos al albur de los carroñeros. El paisaje después de la batalla, un enorme desierto lleno de moradores de las arenas en el que sobreviví como pude hasta volver a encontrar la Fuerza, la verdadera fuerza mía.
Esa música que despierta ángeles en mi interior, llenándome de mil colores con sus sabores precisos, pues como Luke, yo siempre lo había sabido pero solo fui consciente de ello entonces gracias a un puñado de canciones, muchos amigos y algunos maestros que a lo largo de los años han tenido la paciencia de acompañarme en este largo descubrimiento de mis praderas azules.
Fue un camino tortuoso en el que al fin me atreví a valorarme en las cosas para las que de verdad siempre he valido, aquellas que pueden ayudar a los otros y hacerlos un poco más felices, equilibrando el universo por medio de los acordes precisos desde una radio de madrugada que para algunos, me dijeron en las cartas dirigidas a la emisora, se volvió una religión sin necesidad de dioses que les alimentó el alma.
Un pequeño bálsamo que (espero) también les enseñara a practicar a mis alumnos en los poco años en que tuve la suerte de ser profesor de música, mientras luchaba con el reverso tenebroso de alguno de los dueños del cotarro.

Pues así ha sido siempre: toda una vida aprendiendo los caminos de la Fuerza que fue mutando en miles de formas según fuimos avanzando.
Una Fuerza que, tal vez, tenga algo de cuántico, ¿verdad, Solsona?, ahora la fisica ha redescubierto con asombro que quizás haya en todo eso una matemática de las emociones de lo más pequeño, aquel mundo de lo diminuto que ordena sus múltiples vidas con una conciencia extraña que, (de nuevo) tal vez tenga que ver con la auténtica experiencia religiosa lavada de dogmas que son la cartilla de párvulos que hay que aprender para olvidar enseguida y seguir adelante, sintiendo que somos mundo y con nuestros esfuerzos lo mejoramos.

Tal vez sea solo eso ( El puro intento) en lo que consista todo ese Misterio . Un simple querer. Empatia, como ahora se dice. O resiliencia. O inteligencia emocional. Miles de palabras que nos llenan la boca pero a las que les sobra academicismo y les faltan verdadera épica, ese escalofrío que nos recorre la espalda bajo la música (y la mística) de Willians que resuena en mi interior cada vez que encuentro un eco de mi en otra mirada, en un paisaje o una ciudad, y sé que no estoy solo y en el mundo siguen existiendo miles de paraísos por descubrir.



                                  Luis. Soldado Desconocido


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                       AQUELLAS PRADERAS AZULES. ÍNDICES

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