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sábado, 30 de enero de 2021

El NO libro del SÁBADO. Arenas doradas, pálidas aguas.

 Es la historia de una pasión otoñal (cuando la vemos desde el punto de vista de él). La historia de una explosión primaveral (cuando es ella quien habla y nos refiere los estallidos de su juventud bajo sus brazos terrosos).

Muchas veces se ha dicho que esta historia es (simplemente) la redacción de una oscura fantasía de su autor que (abonando esta tesis) nunca ha querido salir del escondite de su pseudónimo: Abel Primero, algo tan absurdo que (por consiguiente) tiene que tener una segunda explicación que muchos han intentado dar (el primer asesinado de la historia, por amor?, acaso la más conocida).

Fuera de esto sólo nos queda la historia de un subido espíritu erótico que nunca cae en la pornografía, pues se trata de algo más sensual (su larga cabellera, su cuerpo desnudo y ondulante buceando junto a los acantilados de Les Rotes...) que sexual, que más se sugiere que se cuenta, manteniendo así una tensión sexual a la postre inaguantable, como la de un interminable noviazgo antiguo que busca las sombras amigas de los parques.

Una intensa agonía que terminará en (cuidado, spoilers) un apabullante orgasmo de ella que le correrá como un relámpago por todo el cuerpo. Imposible poder describirlo, pues es necesario haber sufrido todas las páginas anteriores llenas de caricias sin pausa (pero tampoco conclusión), impaciente, sin posibilidad de tregua en sus vísceras alteradas, para sentir la plenitud del gozo que (muchos lectores lo han asegurando, comenzando así a crear su oscuro prestigio) es verdaderamente corporal en la última página, emborronándolo todo, ya sea hombre o mujer, incapaz de aguantar por más tiempo la presión de todas las aguas embalsadas que correrán piernas bajo, desde el vientre y hasta el sexo.


Junto a todo esto la historia es un larga observación de los dos amantes que se van conociendo poco a poco, encontrando cada uno de los rincones del otro, coleccionando sonrisas o miradas perdidas, el suave tacto de un vientre dorado, de un sexo infinito o la palabra de sonido exacto, mientras atardecía en aquella casa situada sobre las mismas dunas de una playa valenciana o alicantina. Su largo y liso pelo negro, brillante. La barba de él llena de canas, relumbrando al atardecer.

Un amor.


Ciprián


El no libro del sábado

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