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miércoles, 29 de abril de 2020

AQUELLAS PRADERAS AZULES. Las tardes de tormenta

DALE AL PLAY Y LLEGA AL MOMENTO MÁGICO DE LA TORMENTA



Ya lo conté alguna otra vez. Cuando agosto va avanzando se enfría el agua de la piscina y llegan, además, las tormentas.

A la una o las dos comienzan a aparecer, casi escondidas, tras los filos de la Maliciosa. Son pequeñas nubes blancas, de un blanco purísimo contra el azul del cielo que en días como esos está recién pintado tras el fondo recortado de la Sierra Calderona.
Parecen entonces unas nubes inofensivas pero, tras la siesta inquieta, te despiertas con las sábanas empapadas y cuando bajas de nuevo a la piscina ya no hay sol, pues ya se han vuelto grisáceas y lo han tapado, como si fuera una corona rizada sobre los picos azules de las montañas
De la hierba, entonces, sube un calor espeso que no deja respirar con soltura. Casi como un vapor que se pega a la piel y te produce escalofríos cuando, casi sin saber de dónde, ráfagas de un viento frío que tiene el aroma de las resina de las jaras avanzan sigilosamente y, según avanza y se vuelve más frecuente, sabe a piedras recalentadas, a granito y a pinos lejanos,rojos y altos.... Parece mentira, pero así es. 
Desde la terraza que mira a la Sierra se puede ver volar este viento mientras las nubes, lentamente, se inflan y oscurecen, acercándose hacia aquí mientras el color de las cosas va perdiendo matices y un misterioso tono perla toca las hojas de los abetos, muy despacio. 
Para entonces hay que ponerse la camiseta y unos pantalones sobre el bañador, pues un frío extraño se empieza mover entre las cosas como algo muy fino, y uno se pone los calcetines y luego un pequeño jersey, pues el viento se está parando poco a poco y sobre él aparecen otros vientos más pequeños que juegan a cortar el aire con cuchillos tiernamente afilados, y caracolean, juegan tristes en un mundo cada vez más fosforescente bajo esa manta gris y larga que se ha posado sobre tu cabeza y te oprime mientras todo se va quedando lentamente en silencio. 
El mundo va tomando forma de gran burbuja y, acaso, un suave rayo de sol logra atravesar las nubes, pero sólo es un instante y, al desaparecer, la luz vuelve a bañar todo con un tono que tiene mucho de irreal, como si los colores, amortiguados, salieran de las propias cosas. 
Es un momento mágico y profundamente solitario en donde sólo desearías tener una mirada infinita a tu lado o unos ojos negros rezumando jazz. 
Ocurre eso y los olores se aumentan, y algunos de ellos se vuelve sólido y traslúcido un instante antes de
Pues ocurre eso mientras todo viento ha cesado y el aire toma una consistencia de leve mermelada que unta las cosas de tristeza un instante antes de suceder. 
Es algo personal y lleno de nostalgia, un instante que condensa el sentimiento de mil canciones tristes que giran en torno a tu cabeza como pájaros demasiado lentos. Un momento amarillo como fue el otoño sin ti; la melancolía infinita que tenías cuando te convertías en un ángel y fosforescías, una vez en la pista del Penta , otras en el pasillo de mi casa. 

Todo eso ocurre, un instante antes, y luego comienzan a caer las primeras gotas, gotas blandas como si cayeran sobre una enorme alfombra mullida que las dejara sin aristas, amortiguado su sonido hasta convertirlo en un rumor lejano que sólo después comenzará a crecer. 
Será entonces cuando el olor a tierra mojada salga de sus escondrijos para romper el mundo de presagios anterior y, en su aroma denso y salado, mientras la boca se llena de hierba y limones, irán perdiéndose tus conciertos para amantes y todas las praderas azules, pues todo lo invadirá la lluvia mientras las gotas se han vuelto una tupida cortina que moja los baldosines exteriores de la terraza y ya no queda esa paz de perla ni las nostalgias del tiempo detenido, sino simplemente una lluvia desbaratada que empezara a salir como largas cascadas por los sumideros de las terrazas del último piso, y su furia se estrellará contra la barandilla metálica como si cantará canciones sin sentido.

Pasará eso y subirá un frío sin recuerdos que acabará con toda la poesía; ni siquiera Mahler podrá evitar que todo se torne fracaso.






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